La deuda del sector público en su definición más amplia conocida como Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP) fue de 12,086,377.2 millones a finales de 2020.
Creció 7.5 puntos del PIB en un año, al pasar de 44.7% en 2019 a 52.2% en 2020. Esto representa el nivel más alto registrado de deuda como proporción del PIB.
El crecimiento fue consecuencia de tres factores: el endeudamiento adicional, la depreciación del tipo de cambio y, por supuesto, la caída del PIB.
¿Cómo se llegó esta situación? Al presentarse la crisis sanitaria el gobierno no llevó a cabo una política anticíclica. En lugar de incrementar el gasto decidió continuar con medidas de austeridad, por lo que no se aminoró la caída del consumo ni de la inversión, y la reducción en la producción llevó al cierre de miles de empresas y al despido de millones de personas. Esto culmina en la contracción de 8.5% del PIB en 2020.
¿Qué hubiera pasado si el gobierno hubiera actuado de manera diferente?
Si el gobierno hubiera implementado una política de gasto contracíclico, es decir, un aumento del gasto público de alrededor de 3.5% del PIB, cerca de un billón de pesos, para apoyo a las familias, a las micro y pequeñas empresas y para inversión y empleo, la caída del PIB hubiera sido menor, tal vez de -5% o -5.5%. Pero lo más importante es que a febrero de 2021 no habría la increíble cifra de 18 millones de personas con falta de empleo, que representan 28.26% de la fuerza laboral potencial. Ni estaríamos viendo las estimaciones del Coneval, que se llega a 70.9 millones de personas con un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos y a 31.7 millones bajo la línea de pobreza extrema por ingresos.
Con una política anticíclica, el incremento de la deuda como proporción del PIB, paradójicamente, hubiera sido inferior. Expliquemos, hay al menos tres razones: 1. Se habría aminorado la caída en la actividad económica, el PIB sería mayor y la deuda como proporción de ese PIB sería menor. 2. Las expectativas hubieran sido diferentes y los inversionistas extranjeros no hubieran reducido su tenencia de valores gubernamentales en pesos, por el equivalente a 30 mil millones de dólares, con dos efectos, primero, la depreciación del tipo de cambio hubiera sido menor y la deuda externa no se hubiera incrementado en pesos y, segundo, hubiera contribuido a mantener en niveles más bajos la deuda pública externa, a la que sí se recurrió. 3. Si el endeudamiento adicional del programa hubiera sido 3.5% del PIB, aunado al habido, para un total de cerca de 6%, probablemente la deuda hoy sería de 50% del PIB.
Paradójicamente al optar por un gasto público mayor se pudo haber evitado ese incremento de la deuda pública, con mayor crecimiento del PIB y menor pérdida de empleos.
El pasado es historia, pero la historia puede repetirse y el riesgo es crecer a una tasa mediocre de entre 4% o 5%, —sí, mediocre, recuerden que se parte de una base menor y está muy lejos de compensar la caída de 8.5%—. Tal vez con un primer trimestre negativo en 2021 y un tipo de cambio que puede depreciarse.
La deuda se puede hacer converger a niveles más bajos si se logra que la tasa de crecimiento del PIB sea superior a la tasa de interés. Hoy se requeriría un superávit primario de un punto del PIB para que la deuda no creciera, pero no, de hecho se programa en cero, así que la deuda va a volver a crecer.
¿Qué hacer? Si se gasta más, con deuda adicional, además de evitar una mayor depreciación, se crecería más. Con un gasto productivo en toda la república que genere empleo y por consecuencia consumo y producción se induce la inversión privada. La recuperación sería más rápida y le permitiría al gobierno sostener el financiamiento adicional, pero sobre todo permitiría llevar a cabo una reforma fiscal que propicie la inversión e incluso buscar que la seguridad social se cubra con impuestos generales. Que no se repita la historia. Estamos a tiempo.