En su toma de posesión, la presidenta Claudia Sheinbaum dio un discurso moderado por su longitud y eficaz por su rápido ritmo. No parecía pretender ovaciones de pie, ni por la forma, ni por el fondo. Tuvo dos secciones emotivas, una, el reconocimiento y las gracias al expresidente Andrés Manuel López Obrador y la otra, expresada con mayor pasión, sobre el hito de que llegue una presidenta. Las otras sobre humanismo mexicano y sus programas económicos fueron más tecnocráticas. Si alguien buscara cambios con respecto a su antecesor aquí los encontraría: en el tono menos belicoso, el mensaje menos centrado en su persona, en repetir que “es tiempo de transformación y tiempo de mujeres”, como consecuencia del voto mayoritario del dos de junio. La palabra transformación se menciona nueve veces, mujeres 15.
En otro cambio importante, llamó “a todas y todos a que hagamos una reflexión; que evaluemos con la cabeza fría. ¿Qué pasó durante estos seis años? Con datos duros, reconocidos nacional e internacionalmente y con ellos respondámonos las siguientes preguntas”. Este es otro cambio, no menor, y una invitación a evaluar las distintas propuestas con base en un análisis sensato, con datos fiables, no otros. Merece la pena una reflexión sobre cada pregunta planteada respecto de los avances del sexenio anterior.
“¿Cómo es que 9.5 millones de mexicanos y mexicanas, de acuerdo con el Banco Mundial, salieron de la pobreza en tan solo seis años?” Por una combinación de incrementos en el salario real y la masa salarial y en menor medida por los programas sociales y las remesas como se explica aquí.
“¿Cómo es que sin subir impuestos se redujeron las desigualdades?” Porque se tuvo una mejora en salarios reales y empleos en el sector formal al tiempo que siguió incrementándose la recaudación de impuesto sobre la renta a personas físicas y morales.
“¿Cómo es que somos de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico menos endeudados y con una moneda fuerte?” Por la reducción del endeudamiento acumulado a partir de 1995, el diferencial de tasas de interés, la independencia del Banco de México y por estar en el vecindario correcto.
“¿Cómo es que somos de los países con menos desempleo?” El empleo formal ha tenido un ritmo importante de crecimiento a partir de 2012, con pausas en 2019, 2020 y un menor ritmo en 2024.
“¿Cómo es que hay más bienestar y al mismo tiempo, ganaron más los empresarios y los bancos?” El incremento en el valor agregado empresarial refleja una mayor capacidad de pago de nómina real, principal contribuyente a menor pobreza, mayor capacidad de invertir y mayor recaudación de impuestos.
“¿Cómo es que estamos en récord de inversión extranjera directa y al mismo tiempo aumentaron los salarios?” Tratar de atraer inversión con base en salarios reducidos siempre ha sido un error. México cuenta con ventajas comparativas significativas para atraer mucha más inversión de la que ya se recibe.
“¿Cómo es que aumentó el salario mínimo y no subió la inflación?” El aumento al salario mínimo es sensato si se hace de manera inteligente y se evita caer en crisis cuya salida requiera ajustes salariales injustos. La estabilidad macroeconómica obtenida con tanto esfuerzo a partir de 1995 sienta las bases para un incremento sensato sin inflación. Haría bien la presidenta en no arriesgarla.
La pregunta realmente importante sobre Sheinbaum es su compromiso para con la democracia y el estado de derecho. Estos son los grandes pendientes de México en los que había incipientes progresos y ahora una amenaza de retroceso. La experiencia ha enseñado que los regímenes en los que se concentra el poder, algo palmariamente contrario a la democracia, no se consiguen ni la impartición de justicia ni la inclusión. En el país siempre han derivado en capitalismo de compinches, en corrupción y en un sistema concesionario en el que el gobierno reparte favores a unos cuantos (en el siglo XX a la familia revolucionaria) para asegurar el control político.
Inicia su gobierno con la mayor concentración de poder del pasado reciente. Con amplias mayorías en el Congreso, la posibilidad de controlar el Poder Judicial, una abrumadora mayoría de gobernadoras y gobernadores y menos voces críticas en medios escritos y electrónicos. Podría utilizarlo para tener un gobierno ejecutor eficiente y consolidar un sistema de partido único, como en el pasado. O podría utilizarlo para cimentar la democracia y el estado de derecho como pilares de la inclusión y de prosperidad compartida y crecimiento. En los años setenta el “desarrollo compartido” llevó a la economía a crisis recurrentes que no fueron compartidas de manera equitativa y minaron, por décadas, niveles de vida, ingresos y activos de las familias mexicanas, sobre todo de aquéllas de ingresos bajos y medios. Las grandes fortunas de hoy vienen de esas crisis.
Sin estabilidad macroeconómica, apertura comercial plena y cierta, igualdad ante la ley y reglas claras de aplicación general, siempre terminan favorecidos los que tienen derecho de picaporte, alegato de oreja y medios de persuasión. La concentración del poder vuelve prácticamente irresistible el canto de las sirenas para que la política económica regrese a ser basada en intereses, siempre particulares, y no generales, de todos. La independencia del Poder Judicial y de los reguladores especializados sirve de mástil para soportar el llamado de las sirenas. La presidenta citó a Juárez diciendo “no puede [debe] haber gobierno rico con pueblo pobre” y tiene razón, pero para conseguirlo se requiere, sin embargo, “el respeto al derecho ajeno” en todo.
La primera presidenta de México tiene una oportunidad de imprimir valores de los que con frecuencia se ha carecido. La semana pasada el entonces presidente López Obrador mencionó que “yo soy moderado, dicen los conservadores que soy radical, no, soy moderado, soy hasta fresa en comparación con la presidenta”. Ojalá tenga razón y Claudia Sheinbaum sea radical, apele a sus raíces de lucha y marcha contra la concentración absoluta del poder que vivió como joven estudiante y activista, y a favor de la democracia y la igualdad en el respeto. Fresa sería trabajar para que Morena sea sólo la cuarta sigla, PNR, PMR, PRI, y la familia sea transformadora.
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