En 2023 y 2024 la economía mexicana logró lo impensable: 25% de inversión sobre producto interno bruto (PIB); 88% privada. El Plan México de la presidenta Claudia Sheinbaum acertadamente toma esto como punto de partida y espera seguir con 25% al inicio del sexenio y elevarlo a 28 para 2030. Dado que el programa económico federal presentado en Criterios de Política Económica supone una inversión pública de 2.0% para ese año, se requerirá que la privada sea 28 y represente 93% del total.

La inversión privada como proporción del PIB en 2023-24 es la más alta de la historia para México. Llevarla a 28% implicaría que estuviere 10 puntos porcentuales por arriba del promedio entre 2000 y 2022.

Hace bien la Presidenta en imponer el desafío de generar esos volúmenes de inversión privada. Aún si la inversión se lograra mantener en 25% durante su gobierno, algo no fácil de lograr, se conseguiría cambiar el nivel de la tasa de crecimiento de crucero de la economía que se podría expandir a un ritmo superior a 4%, o más, por año. Si se elevara a 28, la economía despegaría.

Ahora México cuenta con las condiciones estructurales que permitiría vislumbrar un tal crecimiento: una, un robusto mercado laboral con bajas tasas de desempleo y salarios reales crecientes, pero todavía con relativa abundancia laboral (en la informalidad). Dos, empresas que han mejorado su productividad y generan más valor agregado, lo que les permite pagar mejor, reinvertir y tributar más. Tres, la diversificación del riesgo chino que hace a la economía potencialmente muy atractiva.

Dado el programa del gobierno con pocos recursos para apuntalar los sectores precursores que permiten la expansión y la productividad, promover la inversión privada para impulsarlos debe ser una alta prioridad. Sin ella, el dinamismo económico será pobre, la recaudación dejará de crecer, los cuellos de botella se estrecharán, habrá costos y precios altos, una competitividad menor, y una probabilidad de una crisis económico-financiera en la segunda parte del sexenio.

Deben, además, tomarse muy en serio las amenazas del presidente Trump sobre México y su economía. La mejor manera de enfrentar la incertidumbre de su cuatrienio es la fortaleza y competitividad de la economía mexicana. No sólo en términos defensivos para evitar que la vulnerabilidad interna exacerbe los choques negativos que pudieren venir del norte, sino para aprovechar las circunstancias favorables existentes y para que el atractivo del país se convierta en la principal estrategia de cabildeo en el sistema político de Estados Unidos para argumentar a favor de México.

Si el atractivo de invertir aquí es suficientemente fuerte y la competitividad de las operaciones es muy alta, habrá innumerables voces que se pronunciarán no sólo para que se mantenga la apertura comercial, se respete el Tratado México Estados Unidos Canadá (T-MEC) y se logre una revisión positiva, sino para que contemplen proyectos conjuntos para una mayor y mejor integración.

Pero si el ambiente de inversión se deteriora, se confirma la ya clara desaceleración y se complica el panorama de la política fiscal, no se contará con las condiciones para enfrentar con éxito la probable hostilidad del gobierno de Estados Unidos, ni con suficientes voces en apoyo de México para disminuirla.

El ambiente de inversión es más importante en los sectores precursores por su largo periodo de gestación, riesgos inherentes y el entramado reglamentario: licencias, concesiones, derechos de servidumbre, evaluación de impacto ambiental, consultas indígenas y permisos municipales, estatales y federales. Son los más dependientes del funcionamiento profesional e independiente de los órganos reguladores y, al estar expuestos a litigios, de un Poder Judicial eficaz y justo.

El gobierno de Claudia Sheinbaum tiene la difícil tarea de asegurar que el Poder Judicial y los órganos reguladores operen adecuadamente, con auténtica independencia técnica, capital humano suficiente y capaz y cuyas decisiones no sean discriminatorias, ni a favor de empresas públicas, ni a favor de empresas privadas.

La principal condición para el establecimiento del estado de derecho, congruente con los niveles de inversión a que se aspira, es la igualdad ante la ley. Dada la importancia económica, histórica e ideológica del sector energético, si las leyes secundarias que se aprobarán en breve, la actuación del Ejecutivo y las decisiones de los reguladores respetan la igualdad ante la ley y garantizan certidumbre jurídica, se tendrán condiciones para muy altos niveles de inversión.

Aunque parezca contraintuitivo, la igualdad ante la ley es también crucial para el éxito de Pemex y CFE. Son los regímenes de excepción los que permiten y fomentan su ordeña.

Sería positivo incluir en las leyes secundarias de Pemex y CFE la prohibición expresa de dar subsidios con sus recursos y que todo subsidio que se otorgue en materia energética esté plenamente identificado y fondeado en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF). Quedarían prohibidos subsidios y transferencias sufragados por las empresas a sindicatos, clientes, proveedores y grupos de interés, a transmisión y distribución, a todo tipo de precios y tarifas.

Las leyes secundarias que someta el Ejecutivo en febrero acabarán definiendo su suerte económica. Para que se genere inversión suficiente para crecer, ampliar la base gravable y lograr finanzas públicas sanas, se requiere de reguladores profesionales e independientes y de igualdad ante la ley. Es también importante, como lo ha mencionado la Presidenta, que sean congruentes con los compromisos internacionales de México, incluido de Empresas propiedad del Estado y monopolios asignados y el Anexo 22-E del T-MEC.

El cambio en la Casa Blanca lo hace aún más urgente e importante. Aunque no parezca, la presión sobre México va a ser mayor en términos de incumplimiento, que en materia arancelaria. Para quedar excluidos de un arancel generalizado a todo el mundo que impusiere Estados Unidos, México y Canadá necesitan que se cumpla con el capítulo X del T-MEC. No se tendrá autoridad para exigir este cumplimiento, si se está en falta.

@eledece

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