Rugieron los cañones en el Capitolio de Washington y las descargas continúan. En el discurso inaugural de su segundo periodo presidencial, Donald Trump fijó entre los principales objetivos de su ofensiva estratégica para “rehacer la grandeza de América” ajustar cuentas con México.

Palabras que no se llevó el helado viento de la capital del malhumorado imperio que desea resurgir; de inmediato tomaron forma de órdenes ejecutivas. Para decirlo con mayor precisión, los líderes de la revolución MAGA tienen claro que lograr sus fines pasa por recomponer la relación con nuestro país. Estamos en la mira como objetivo prioritario.

Hace varias décadas Bayless Manning (1923-2011), experto en derecho internacional de las universidades de Yale y Stanford y primer presidente del Council on Foreign Relations, acuñó el concepto “interméstico”, para identificar los problemas en las relaciones entre dos o varios países, que son internacionales y al mismo tiempo domésticos.

Resolverlos requiere desentrañar y entender la dinámica convierte una dificultad interna en internacional y viceversa, ya que las dos dimensiones son “profundamente inseparables” por consecuencia, exigen de los Estados involucrados voluntad política para compartir diagnósticos, medidas para la cura, recursos y disciplinas para su solución.

México y Estados Unidos tienen una añeja agenda interméstica: asuntos fronterizos, recursos hídricos binacionales y migración. En las últimas décadas del Siglo XX, con la recomposición del orden mundial impulsado por el fin de la guerra fría y la aceleración de la globalización; la negociación del Tratado de Libre Comercio TLC en 1990-1994 y su renegociación T-MEC en 2017-201 configuraron intermésticamente nuestras economías. A este listado entró como máxima prioridad la seguridad nacional por el tráfico de drogas y armas.

La cuestión ahora es que el regreso del trumpismo al poder, robustecido mediante la coalición de todas las expresiones del conservadurismo con las nuevas fuerzas del complejo tecnológico, se propone edificar una nueva edad dorada USA y recuperar espacios geopolíticos, eso requiere romper las reglas con las que hasta ahora se administró la agenda interméstica.

Aquí, los cuatreroteristas engolosinados en su propia egolatría hegemónica –iguales a los trumpistas del norte– no quisieron o no alcanzaron a ver lo que se nos venía encima.

A menos que se trate de una táctica supersecreta, no se ve por ningún lado la articulación de una estrategia de verdadera unidad nacional de la envergadura que se requiere, para que este vendaval no deje al país como Acapulco después del Otis.

¿Nos alcanza el Plan México, “la cabeza fría”, el acarreo de gobernadores y alcaldes para cerrar filas sin más objetivos que la defensa retórica de la soberanía nacional, los golpes apresurados al contrabando chino y el regreso inconfesado a los balazos y menos abrazos a los cárteles dueños del 30 por ciento del territorio nacional y de las carreteras del país?

No le demos vuelta, el reto que nos plantea esta difícil coyuntura histórica es cómo reposicionamos a México, con decoro y sin demagogia populista, con altura de miras y herramientas viables, en una nueva relación constructiva y respetuosa con Estados Unidos.

@lf_bravomena

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.



Comentarios