La construcción de la tiranía en nuestro país avanza. El expresidente Ernesto Zedillo lo dijo sin eufemismos: con el salvaje asalto al Poder Judicial por un partido sobrerrepresentado, se abrieron las puertas a la bestia del poder tiránico.

La insaciable maquinaria del oficialismo trabaja metódicamente en la demolición de los contrafuertes al absolutismo y en la reducción de espacios a las libertades democráticas que conquistamos a lo largo de 200 años de vida republicana.

Las fuerzas cívicas libertarias que subsisten no son pocas, pero están dispersas y carecen de horizonte estratégico. Así lo demostraron con su lastimoso desempeño en la contienda electoral; no supieron, no pudieron o no quisieron armar una propuesta eficaz para detener al Leviatán rampante.

El PAN está en el centro de esta problemática. No puede evadir su responsabilidad en el desenlace del proceso. Las reacciones de nuestra institución –soy militante desde 1969– son inerciales e insuficientes.

La reciente traición de algunos de sus parlamentarios al compromiso frente a la nación, de defender la democracia y resistir a los embates autoritarios nos coloca en vergonzosa situación límite. Al PAN le urge salir del marasmo estratégico y moral en el que se encuentra. Necesita convencerse que se requiere un proceso interno revulsivo.

No basta suspender la celebración del 85 aniversario pero continuar con el cambio de dirigentes con un proceso interno a la Juan Gabriel: “en el mismo lugar y con la misma gente”. Es urgente suministrar fuertes dosis de generosidad y abrir un diálogo interno sereno, profundo y expedito, diseñar entre todos una ruta de refundación, como lo exigen muchos militantes.

Será demoledor ir a la elección de un nuevo CEN panista el próximo 10 de noviembre, bajo el actual “arreglo” corporativo interno, excluyente del auténtico vigor ciudadano, sin el alma cívica que hizo posible la existencia del PAN en el sistema autoritario posrrevolucionario y lo convirtió en el factor clave de la transición democrática.

La refundación o reconstrucción de Acción Nacional, tan reclamada por propios y extraños, tiene que ir a fondo. Hace diez años escribí: “el panismo –como cultura política no como etiqueta— vive horas cruciales. No exagero cuando afirmo que está en riesgo su supervivencia …el partido podrá subsistir de cualquier manera, incluso en abierta contradicción con su ethos fundacional… podría tener legisladores y gobernantes sin la menor idea de lo que significa la victoria cultural del panismo. Nada de esto es inverosímil porque ya vive entre nosotros. Pero un PAN sin panismo será una simple maquinaria electoral para operar en lodazales o una franquicia en manos de vivales para lucrar económicamente… una más entre tantas que ya tenemos en la política mexicana.”

Agregué: “La encrucijada del PAN está entre reencontrarse con su alma panista ciudadana o ser una mala réplica de lo peor del PRI —entonces no existía Morena— que lo convertirá en pieza desechable de una restauración autoritaria. Predije: “se sabrá si el panismo sobrevivió o el PAN se convirtió en la serpiente de que se devoró desde su cola”. (Acción Nacional ayer y hoy. Una esencia en busca de futuro, Grijalbo, 2014).

Lo que escribí entonces lo reitero hoy. En eso estamos.

Presidente Nacional del PAN 1999-2005

@lf_bravomena

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