El Colegio Cardenalicio, en sesión de Congregaciones post funus pontificis, fijó la fecha del 7 de mayo para iniciar el Cónclave que elegirá al sucesor de Pedro.

En estos días, abundan textos y noticias que convierten este acontecimiento en un espectáculo; abordan la cuestión con desparpajo e ignorancia. Unos, haciendo análisis con la lógica de una competencia electoral entre partidos políticos e ideologías; otros, sin más conocimientos que el haber visto películas sobre el tema, en donde todo son intrigas y perversiones, juegan con los nombres de papables y especulan sobre maniobras entre grupos eclesiales.

La clave para entender lo que va ocurrir es recurrir a fuentes idóneas: Mateo era un publicano, un recaudador de tributos; Jesús lo encontró en Cafarnaúm, pueblo pesquero a la orilla del mar de Galilea, en el norte del actual Israel. Le dijo “sígueme” y de inmediato se colocó a su lado, (el genial de Caravaggio recreó la escena en un hermoso lienzo que se encuentra en la Iglesia de San Luis de los Franceses en Roma).

Mateo, testigo presencial, escribió entre los años 40-50 de esta era, el testimonio de lo que vivió con Jesús. En el capítulo XVI, versículos 13 al 19, narra el episodio en el que instituyó el primado de Pedro. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… A ti te daré las llaves del reino…” Pedro se trasladó a Roma en los primeros años de la década de los 60, murió en el año 67, durante la persecución del emperador Nerón.

A lo largo de los siglos, no sin discusiones y cismas entre latinos y orientales, el Primado del obispo de Roma se consolidó y ha evolucionado hasta llegar a la etapa del papado moderno, que se inicia en 1870, cuando, por la desaparición de los antiguos estados pontificios y la integración de la ciudad de Roma al Reino de Italia, perdieron poder temporal.

A partir de entonces, el papado se concentró en desarrollar su específica misión pastoral y desplegarse como factor de influencia moral en las relaciones geopolíticas, como quedó evidenciado hace unos días en las exequias de Francisco.

El Estado Vaticano a pesar de no ser potencia económica, militar o política y se asiente en un minúsculo territorio de 44 hectáreas, la mayoría de los países, sin importar la religión de sus poblaciones, acreditan embajadores ante la Santa Sede.

Lo anterior se explica con la siguiente distinción jurídica: la Santa Sede es el Papa y el Estado Vaticano es el territorio donde ejerce su soberanía. El primero representa una fuerza moral, lo segundo es una condición para que la ejerza con plena independencia.

Los Papas de los últimos siglos han producido decenas de documentos y encíclicas en donde expresan orientaciones sobre cuestiones teológicas, pastorales y sobre problemas sociales y políticos que aquejan a la humanidad. Esa es una de las herramientas más poderosas en manos del obispo de Roma.

La elección del Papa, en sesiones bajo rígido aislamiento llamado Cónclave (cerrado con llave) data de 1274. Antes de recluirse, los electores realizan “Congregaciones”, en donde dialogan, discuten, convocan a teólogos y expertos en diversas materias, para identificar los retos de la comunidad católica y de la humanidad, así como el perfil de quien pueda calzar las sandalias petrinas.

Es un ejercicio de discernimiento animado por la fe de los asistentes, lo que atempera las pasiones humanas y la pluralidad de visiones que se agitan entre ellos. Pero, precisamente porque ese factor espiritual es dominante, todas las especulaciones e historietas que lo ignoran suelen fallar y sus difusores quedan en ridículo. Lo mejor es esperar la proclamación del Habemus Papam con esperanza y alegría.

Embajador de México ante la Santa Sede 2005-2008. @lf_bravomena.

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