El anuncio reciente del presidente Donald Trump de imponer un arancel del 25% sobre las importaciones provenientes de Canadá y México ha encendido las alarmas de los economistas y expertos en comercio internacional. A pesar de que ambos países son aliados comerciales estratégicos de Estados Unidos, esta medida promete desencadenar una nueva guerra arancelaria, cuyos efectos podrían ser devastadores tanto para los consumidores como para las economías de los tres países involucrados.

Las guerras arancelarias, o "guerra comercial", ocurren cuando un país impone tarifas o impuestos adicionales sobre los productos importados de otro país, con el objetivo de proteger su propia industria o presionar por mejores condiciones comerciales. Si bien pueden parecer una solución inmediata para proteger los empleos nacionales, la historia ha demostrado que las guerras comerciales generalmente terminan siendo perjudiciales para los consumidores, las empresas y las economías en general. En el caso de los aranceles impuestos por Trump a Canadá y México, la medida podría generar un aumento en el costo de los productos que los consumidores estadounidenses compran, sin ningún beneficio claro para la economía en su conjunto. Además, el hecho de que Canadá y México respondieran con aranceles similares en represalia seguramente intensificará el conflicto, creando un círculo vicioso de aranceles que perjudica tanto a los países involucrados como a sus ciudadanos.

Para entender el impacto potencial de esta nueva guerra arancelaria, es útil revisar algunas de las guerras comerciales más conocidas de la historia reciente:

- La Gran Depresión y la Ley Smoot-Hawley (1930):

Durante la Gran Depresión, Estados Unidos impuso aranceles extremadamente altos sobre una amplia variedad de productos extranjeros con la Ley Smoot-Hawley. Si bien la intención era proteger las industrias estadounidenses y reducir el desempleo, el resultado fue el contrario. Los países afectados respondieron con aranceles similares, lo que llevó a una disminución dramática en el comercio internacional. Las exportaciones de Estados Unidos cayeron en picada y los precios de los productos aumentaron para los consumidores, lo que profundizó la crisis económica global.

- La Guerra Comercial de China y Estados Unidos (2018-2020):

En años recientes, la administración de Donald Trump también lanzó una guerra comercial contra China, imponiendo tarifas de hasta el 25% en productos chinos. Aunque el gobierno de Trump argumentó que esto reduciría el déficit comercial y protegería los empleos en sectores específicos, los consumidores estadounidenses terminaron pagando el precio. Los productos importados, desde electrónicos hasta ropa, se encarecieron, afectando especialmente a las familias de clase media. Además, muchas empresas estadounidenses tuvieron que aumentar sus precios para cubrir los costos adicionales de las tarifas, lo que resultó en una inflación más alta.

- La Guerra Comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos (2002-2004):

Otro ejemplo de guerra arancelaria ocurrió cuando Estados Unidos impuso aranceles a las importaciones de acero de la Unión Europea. En respuesta, la UE adoptó medidas similares, gravando productos como los productos agrícolas de Estados Unidos. Como resultado, los consumidores europeos y estadounidenses vieron aumentos en los precios de productos como el acero y los productos agrícolas. Además, las empresas de ambos lados del Atlántico se vieron afectadas por los costos adicionales, lo que provocó una desaceleración económica a nivel global.

Los aranceles afectan principalmente a los consumidores de manera indirecta, ya que los costos adicionales de producción, transporte y aduanas suelen trasladarse a los precios finales de los productos. Este aumento de precios seguramente será especialmente dañino en productos de consumo masivo, como alimentos, ropa y tecnología. Por ejemplo, ahora que México y Canadá impusieron aranceles del 25% a productos estadounidenses en respuesta a las medidas de Trump, los consumidores estadounidenses enfrentarán un aumento en los precios de productos como automóviles, el acero y productos agrícolas. En el caso de los automóviles, las marcas estadounidenses que fabrican vehículos en México o Canadá se verán obligadas a subir los precios para cubrir los aranceles adicionales, lo que afectaría a los consumidores que buscan precios más accesibles. Además, las guerras arancelarias reducen la variedad de productos disponibles en el mercado, ya que los aranceles hacen que ciertos productos extranjeros sean menos competitivos o incluso imposibles de importar a precios razonables. Esto limita las opciones para los consumidores y puede reducir la calidad de los productos disponibles.

El reciente anuncio de Trump de imponer aranceles a Canadá y México pone de manifiesto una vez más los peligros de las guerras comerciales. Si bien los gobiernos pueden buscar una ventaja económica a corto plazo, los efectos a largo plazo son, en su mayoría, negativos para los consumidores y las economías nacionales. Es fundamental que los países encuentren soluciones diplomáticas a los desacuerdos comerciales, en lugar de recurrir a medidas punitivas que solo aumentan las tensiones y afectan a casi todas las personas. Las negociaciones multilaterales, el respeto a los acuerdos internacionales y el fortalecimiento de las relaciones comerciales son elementos clave para evitar que las guerras arancelarias escalen y sigan perjudicando a los consumidores a nivel global.

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