La relación comercial entre México y Estados Unidos ha ganado un protagonismo inesperado en los últimos años. El distanciamiento entre Washington y Beijing, exacerbado por tensiones geopolíticas y comerciales, ha impulsado un reacomodo en las cadenas de suministro globales. Esto ha abierto una ventana de oportunidad única para México, cuya cercanía geográfica y las ventajas del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) lo posicionan como un socio estratégico ideal.
Desde el inicio de la guerra comercial entre Estados Unidos y China en 2018, con la imposición de aranceles y restricciones comerciales, las empresas estadounidenses han comenzado a buscar alternativas para reducir su dependencia de China. México, con sus acuerdos comerciales, mano de obra competitiva y proximidad al mercado más grande del mundo, ha surgido como el principal beneficiado. Las exportaciones de México a Estados Unidos han crecido significativamente, alcanzando los $428.7 mil millones de dólares en 2023, lo que representa más del 80% de las exportaciones totales mexicanas. La tendencia del "nearshoring", es decir, la relocalización de cadenas de producción cercanas a Estados Unidos, ha sido particularmente fuerte en sectores como el automotriz, el tecnológico y el farmacéutico. De acuerdo con un estudio de Banco de México, el "nearshoring" podría aportar hasta 2.6 puntos porcentuales adicionales al crecimiento del PIB de México en los próximos años. Además, informes de la Consultora Kearney sugieren que el porcentaje de bienes manufacturados que México exporta a Estados Unidos podría aumentar de un 15% actual a un 25% si se implementan las políticas adecuadas. Sin embargo, este nuevo escenario requiere una estrategia firme y visionaria por parte de los líderes de ambas naciones, ya que las decisiones que tomen los próximos presidentes de México y Estados Unidos serán clave para consolidar esta relación en los próximos años.
Con las elecciones presidenciales en Estados Unidos acercándose, las posturas de los candidatos en torno a México y el comercio con América Latina pueden marcar el rumbo de la relación bilateral. Por un lado, la actual Vice-presidenta, Kamala Harris, ha mostrado una política de cooperación pragmática con México, enfocada en la seguridad fronteriza y el fortalecimiento del T-MEC. El Presidente Biden y la vice presidenta Harris parecen entender la importancia de México como aliado económico, y su administración ha buscado promover la estabilidad y el crecimiento regional mediante inversiones en infraestructura y tecnología, como el plan de inversión de $3.4 mil millones en el sector automotriz para apoyar la transición a vehículos eléctricos, lo que beneficiará a las plantas en México. Por otro lado, Donald Trump, el candidato Republicano, tiene una visión más proteccionista. Durante su administración, México firmó el T-MEC bajo la presión de posibles aranceles del 25% a las exportaciones de automóviles. Aunque Trump reconoció el valor de México en las cadenas de suministro, su enfoque fue más transaccional y centrado en obtener concesiones en temas migratorios y comerciales, lo que podría llevar a tensiones renovadas si vuelve a ocupar la Casa Blanca.
En nuestro país, la nueva Presidencia de Claudia Sheinbaum abre una nueva etapa en la política exterior mexicana. A diferencia de sus predecesores, Sheinbaum enfrentará un escenario en el que México tiene un rol clave en la reconfiguración de las cadenas de suministro globales. Actualmente, las inversiones extranjeras directas (IED) en México han crecido un 55% en comparación con 2022, alcanzando los $35 mil millones de dólares solo en la primera mitad de 2023, gran parte de ellas en sectores estratégicos como la manufactura y la tecnología. Su administración debe trabajar en consolidar la posición de México como un socio confiable y atractivo para la inversión estadounidense y global. Para ello, es crucial implementar políticas de mejora en la infraestructura industrial y tecnológica, así como mantener la estabilidad macroeconómica. Además, Sheinbaum deberá lidiar con temas críticos como la reforma energética, que ha sido un punto de fricción con los Estados Unidos y Canadá, particularmente en torno a la inversión en energías renovables.
La realidad es que el distanciamiento entre Estados Unidos y China ha abierto un nuevo capítulo en la relación económica de América del Norte. Con México siendo el primer socio comercial de Estados Unidos en 2023, superando incluso a China y Canadá, es evidente que ambos países deben aprovechar esta tendencia. Sin embargo, para que esta oportunidad sea duradera, los próximos líderes de México y Estados Unidos deberán entender que más allá de las fronteras y las posturas políticas extremas, la cooperación económica será la clave para enfrentar los desafíos globales del siglo XXI. Los datos muestran que México tiene la oportunidad de convertirse en una potencia manufacturera si se toman las decisiones adecuadas en cuanto a inversión, infraestructura y política exterior.
@LuisEDuran2