Francamente, creo que un mexicano defendiendo a Trump es lo mismo que un pavo defendiendo la Navidad.
Abraham Lincoln.
Vamos, el tipo nos ha insultado y humillado en público en innumerables ocasiones, nos ha dicho violadores, bad hombres, narcos y hasta, de plano, animales. Construye un muro tan ridículo, tan enorme como su propio ego y ha doblado al gobierno mexicano, con la permanente amenaza de aranceles, obligándonos a usar nuestra Guardia Nacional como su policía del patio trasero: aquí hacemos el trabajo sucio para que, allá, el hombre naranja pueda presumir el sometimiento nacional ante su electorado más nativista y radical.
Aún así, el gobierno de la 4T ha hecho su apuesta a favor de Trump, el desgastado y falso argumento del TMEC 2.0 se caerá a pedazos en unos meses más cuando vengan las primeras demandas norteamericanas en los paneles de controversia laboral y las empresas mexicanas terminen contra las cuerdas, esa será nuestro más peligroso lastre de un acuerdo genuflexo, firmado de rodillas, que nos costará muchísimo gane o pierda Donald Trump.
Por simple dignidad, no veo cómo un mexicano pudiera echar porras a un hombre que desborda odio contra México mismo, pero la escuela masoquista, de la que, a veces, parecemos dignos representantes, ha formado también ciudadanos amantes de la degradación propia.
El domingo, convocados por el presidente del Partido Republicano en México, Larry Rubin, unos 200 vehículos, entiendo que la mayoría de ciudadanos norteamericanos o mexicano-americanos, partieron de Xochimilco hacia el Parque Lincoln en Polanco en una caravana a favor de Trump… Somos tan surreales.
Las notas en medios internacionales sobre el suceso espero sean bien cobradas por Rubin frente a su gallo y su partido, sin embargo, temo que le restan mérito frente a sus compatriotas de este lado del Río Bravo, allá él, me consta que es un hombre de principios y, como todos, de aspiraciones legítimas, aunque pueda perder el piso en su materialización.
Hoy, con más de 90 millones de votos sufragados en EU, el mundo se juega, sin jugar directamente, mucho más que una simple elección, estamos en los albores del fin del populismo global o estamos en la confirmación de la pérdida de principios que rigen la vida democrática basada en el pluralismo y la libertad.
El triunfo de Trump no es una buena noticia para México, ni siquiera en la praxis, pero su derrota tampoco nos deja un camino necesariamente esperanzador.
Lo peor, es que no parece que esta noche podamos tener la certeza de un ganador, el inquilino de la Casa Blanca ha hecho todo por cobrar cara, carísima, su derrota, poniendo al globo en un jaque de incertidumbre durante los próximos meses si los comicios terminan por resolverse en la Corte de la que él tiene la mayoría de piezas.
Ojalá que no… Nuestros mejores días aún están por venir.
De Colofón.- Cuando estuvo en tareas de seguridad, su nombre clave era Medusa pero hoy Rosa Icela Rodríguez llega a un puesto de ornato, en la Secretaría de Seguridad mandan los militares, lo demás es lo de menos.
Su primera tarea será la de tender puentes con los grupos feministas que son un riesgo político para la 4T… de seguridad, ni hablar.