Nombrar claramente a las cosas es ya un comienzo de justicia
-Albert Camus
El doble homicidio de Ximena Guzmán y José Muñoz no es un crimen cualquiera.
Es, quizá, el mensaje más brutal que ha enviado el crimen organizado en la historia reciente de la capital del país. No sólo por la precisión del ataque, la sangre fría del ejecutor o la cercanía de las víctimas con la jefa de Gobierno, Clara Brugada, sino por el símbolo que representa: “podemos llegar hasta el círculo más cercano, nosotros mandamos”.
Hasta ahora, los funcionarios de alto perfil sin relación directa con el combate al crimen organizado parecían relativamente resguardados. La violencia solía ensañarse con mandos en municipios marginados o en estados colapsados.
Pero lo que ocurrió ayer en la Ciudad de México rompió ese esquema. El ataque no ocurrió en un punto remoto. Fue en el corazón del poder capitalino. Y no contra policías o fiscales. No se trata de un ajuste de cuentas cualquiera, es un acto de guerra.
Hay algo en este crimen que lo vuelve aún más inquietante: no busca matar a quienes deben cuentas, sino a quienes no las deben, como forma de presión y advertencia. Es un tipo de violencia que trasciende el control territorial. Es una violencia política, diseñada para minar al Estado desde dentro, para sembrar terror entre quienes todavía creen que es posible gobernar.
Ante este escenario, la clase política tiene una responsabilidad histórica. No hay espacio para las mezquindades ni para el cálculo electoral, por ejemplo, que Gerardo Fernández Noroña haya salido a culpar a “la derecha” por promover un clima de violencia, en lugar de condenar con claridad el crimen y exigir justicia, es irresponsable.
En contraste, la postura de Alejandra Barrales —opositora y actual senadora— fue un ejemplo de altura política. Su mensaje fue claro: no claudicar, no ceder, no permitir que la impunidad siga siendo la regla. Y, sobre todo, acompañar, no usar políticamente el dolor. Eso es lo que necesitamos: unidad frente al horror.
No se trata sólo de Brugada, ni siquiera sólo de la Ciudad de México. Se trata del país, o el Estado responde con fuerza, inteligencia y verdad, o seguiremos avanzando —sin retorno— hacia un escenario donde la barbarie será la nueva normalidad.
DE COLOFÓN: Los resultados de la reciente encuesta de EL UNIVERSAL colocan claramente a Yasmín Esquivel como la candidata que encabezará la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Con una sólida trayectoria y experiencia profesional, Esquivel ha logrado distinguirse con un estilo y narrativa alejada de radicalismos y confrontaciones inútiles.
Su campaña ha mostrado una notable capacidad para conciliar posturas y tender puentes entre sectores enfrentados, algo que más allá de escándalos baratos es una cualidad especialmente necesaria en los tiempos tan polarizados que vive el país.
@LuisCardenasMX