"Quien tiene el poder tiene la responsabilidad, pero la responsabilidad no siempre se ejerce con sensatez." Max Weber
Todavía no llevamos ni diez días de 2025, y el año ya pinta revuelto e intenso. Donald Trump asumirá el poder el próximo 20, dispuesto a cambiar el paradigma mundial. Compararlo con el Trump de 2017-2021 parece, francamente, ingenuo.
El gobierno de la presidenta Sheinbaum se muestra confiado y sereno. Las declaraciones de Marcelo Ebrard en torno a “no engancharse con cada declaración” suenan creíbles; al fin y al cabo, vienen de alguien que conoce de cerca al adversario, que ya lo enfrentó y algo le habrá aprendido.
Mike Pompeo, exsecretario de Estado bajo Trump, relata en su libro Never Give an Inch una reunión que, según él, “dobló” al entonces canciller Ebrard. El resultado: casi 30 mil elementos de seguridad mexicanos, en su mayoría de la Guardia Nacional, custodiando la frontera para evitar un cierre y una guerra arancelaria.
Ebrard ha defendido sus decisiones, justificando que de aquel encuentro surgió el programa “Quédate en México”, lo que derivó en que decenas de miles de migrantes permanecieran en nuestro país, ya fuera porque habían sido deportados de Estados Unidos o porque solicitaban asilo desde aquí.
Sin embargo, el Trump de entonces no es el mismo Trump de ahora. Este es Trump 2.0, el Trump con esteroides: cuenta con apoyo popular, el respaldo del Congreso y de la Corte, y ha formado un equipo abiertamente radical, sin rastro de diplomacia. Este Trump, sin nada que perder, es más intimidante que nunca, y con él tendremos que lidiar de nuevo.
Solo en el tema migratorio, ¿qué haremos si Estados Unidos decide arrojar a todos los migrantes deportados, sin importar su nacionalidad, a nuestro territorio? ¿Qué si nos mandan a lo peor de lo peor, bandidos y criminales? ¿Qué si exige 30, 50 o 100 mil soldados para cuidar su frontera? ¿Cómo responderemos por los connacionales cuyas vidas sean destrozadas, obligándolos a empezar de cero? ¿Qué ocurriría si de pronto disminuyen las remesas?
Ante esta realidad, el gobierno parece más ocupado en convencerse a sí mismo que en diseñar una estrategia sólida. Alegan que no se puede revelar nada por razones de sigilo, pero allá, donde deberían estar haciendo lobby, donde deberían sentirse las mayores presiones, lo que se percibe es una táctica de avestruz.
La inversión mexicana en Estados Unidos no es menor. Empresas como Bimbo, Gruma, FEMSA, Kuo, Lala, Grupo Salinas, Kaltex, La Costeña, Alpek, Sigma Alimentos, Nemak, Cemex, Industrias CH, Bachoco, Grupo Bal y Cinépolis, entre muchas otras, generan riqueza, empleos e impuestos en ese país. Además, el capital mexicano representó el 11% de la compra de bienes inmuebles en Estados Unidos en 2023. Hay incontables casos de mexicanos exitosos que han hecho de Estados Unidos su hogar, sin perder sus raíces. ¿No podrían ser grandes representantes de México?
Quizá el golpe más duro de la llegada de Trump radica en los puntos donde tiene razón, o al menos parte de ella: en México, los cárteles gobiernan. Tal vez no en un tercio del territorio, pero es evidente que la impunidad y el estado de derecho prácticamente no existen, que se cobra derecho de piso, que impera la ley del más fuerte, y que las garantías de seguridad dependen más de la divinidad que de las instituciones.
Es lamentable que tenga que llegar un bribón como Trump para que nuestras autoridades reconozcan la magnitud de la crisis de seguridad, como si los cientos de miles de muertos no hubieran importado tanto.
Por cierto, ¿se imaginan si Trump, en su afán de atacar a México, acusara que los cárteles producen fentanilo hasta en las cocinas residenciales? ¿También lo descalificaría la presidenta, como hizo con el New York Times?
De colofón: “Antes se llamaba el Mar de Cortés, pero ya le vamos a cambiar el nombre, es Golfo de California. Qué Mar de Cortés ni qué nada”, dijo AMLO el 15 de noviembre de 2023. A los populistas les encanta cambiar nombres por capricho histórico.
@LuisCardenasMX
