“La pobreza y el lujo están separados por la delgada línea de la oportunidad”.

Eduardo Galeano

Ayer, en mi programa de MVS Noticias, el periodista Óscar Balderas hizo una observación que me voló la cabeza: Donald Trump le debe mucho a la crisis del crack de los años 80 en Nueva York para la construcción de su imperio. Aquella tragedia, que convirtió a la Gran Manzana en un epicentro de delincuencia, adicción y declive, desplomó los precios del mercado inmobiliario. Eso permitió que Trump adquiriera su primer gran edificio, el emblemático Trump Building, hacia 1995 por una cifra irrisoria: un millón de dólares, cuando su valor real superaba los 400 millones. (Puede escuchar la entrevista aquí: https://youtu.be/y4yQgnrhfqk?si=d-gNCZdZSpCITeSO)

El crack que inundaba las calles de Nueva York provenía, principalmente, del cártel de Medellín, liderado por Pablo Escobar. La cocaína que exportaban era procesada por bandas estadounidenses como los Supreme Team, de Queens, o los Young Boys Incorporated, para convertirla en crack, un producto más accesible y devastador.

En aquellos años, Nueva York era vista como una ciudad al borde del colapso: inoperante, corroída por la corrupción y con un futuro incierto. Sin embargo, el panorama comenzó a cambiar gracias a medidas como las de “tolerancia cero”, implementadas por el entonces alcalde Rudy Giuliani y su comisionado de policía, William Bratton. Estas políticas, aunque eficaces para reducir los puntos de venta de crack en Harlem, el Bronx y Brooklyn, fueron duramente criticadas por su fuerte sesgo discriminatorio contra comunidades negras y latinas.

Además de estas políticas, otros factores contribuyeron al declive del crack: la mejora en la economía de Estados Unidos en los 90, programas de tratamiento y prevención de adicciones, y el estigma social que asociaba el consumo de esta droga con pobreza, enfermedad y muerte.

Casi cuatro décadas después de aquella crisis, Giuliani, quien en su momento fue el símbolo del “rescate” de Nueva York, se ha convertido en un trumpista radical. Fue inhabilitado como abogado en Washington tras difundir falsos alegatos en el juicio por el supuesto fraude electoral de 2020, en el que Trump asegura que le “robaron” la presidencia.

El 6 de enero de 2021, Giuliani alentó a las masas que más tarde asaltarían el Capitolio con la incendiaria frase: “Let’s have a trial by combat” (Tengamos un juicio por la fuerza). Su legado como alcalde ha quedado eclipsado por su rol como fiel aliado de Trump, quien probablemente se inspiró en él para adoptar su política de “tolerancia cero” hacia inmigrantes y cárteles mexicanos.

Irónicamente, los traficantes que Giuliani encarceló en los años 80 y 90 ayudaron, de forma indirecta, a construir el imperio inmobiliario de Trump. Lo mismo puede decirse de los inmigrantes indocumentados que, con su trabajo, levantaron los edificios del magnate y que ahora enfrentan las políticas de deportación de su administración.

El círculo se cierra con una amarga ironía: lo que destruyó a muchos, edificó el camino al poder para unos pocos.

@LuisCardenasMX

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