Otra factura política vergonzosa en el gobierno de Sheinbaum: el costoso nombramiento de Hugo López-Gatell como representante ante la OMS, una especie de embajador especial, en Ginebra.

No se trata de un gesto diplomático ni de una decisión estratégica. Se trata de un premio. Incómodo, oneroso y, sobre todo, indefendible.

Diplomáticos de carrera, funcionarios con décadas de experiencia, muchos, incluso, simpatizantes de Sheinbaum, están atónitos ante el gasto millonario que implicará crear, desde cero, una oficina internacional para un personaje cuya gestión en salud pública dejó más dudas que certezas.

Y todo esto, en un contexto de recortes, austeridad y restricciones presupuestales que han golpeado al Servicio Exterior Mexicano.

Mientras se niega apoyo para menaje, traslados, boletos de avión o representación a embajadores de carrera, a López-Gatell se le asigna una posición inventada, una especie de representación a modo, que no existe en los esquemas diplomáticos tradicionales, pero que servirá para colocarlo —literalmente— fuera del país y fuera del alcance de la crítica interna.

Usted y yo podríamos pagarle a Gatell, poco más de 10 mil euros mensuales de sueldo, apoyos para la vivienda, apoyos para el pago de colegiaturas de sus hijos, vehículo oficial con chofer, colaboradores con altos sueldos, etc.

Es, prácticamente, una embajada paralela, sin justificación, sin funciones claras y sin más mérito que la fidelidad política al expresidente López Obrador.

Sheinbaum dice que su gobierno es de transformación, de rigor técnico, de continuidad con diferencia. Pero este tipo de decisiones no la diferencian en nada. Son la misma lógica de cuotas, de blindajes, de premios personales con recursos públicos. El mismo dedazo, solo que ahora disfrazado de nombramiento internacional.

¿Y el mensaje?, se le dice a todos los demás que deben apretarse el cinturón mientras se despilfarra en figuras leales al régimen.

Se les exige resultados a los leales a la presidenta mientras se apoya a quien, como Gatell, dejó una estela de contradicciones, opacidad y propaganda durante la crisis sanitaria.

El gobierno de Claudia Sheinbaum exhibe que las promesas de racionalidad y eficiencia tienen excepciones. Y que los compromisos con la lealtad obradorista pesan más que el mérito, la trayectoria o la prudencia.

Porque si bien los favores se pagan, lo que hoy está pagando su gobierno —con dinero público y credibilidad institucional— no es un favor cualquiera: es una demostración que las órdenes, algunas veces, no vienen desde Palacio Nacional.

COLOFÓN: Rembolsar el 1% del impuesto que el gobierno de Trump podría cobrar a las remesas no es una política social: es un gesto simbólico caro y torpe.

Con un costo estimado de 1,600 millones de pesos, representa un golpe innecesario al erario en un momento en que la economía nacional enfrenta presiones por desaceleración, inflación persistente y déficit en programas clave.

Se vende como un acto de apoyo a los migrantes, pero es apenas un guiño político de alto costo y bajo impacto.

No le metas dinero bueno al malo, decía mi abuelita.

@LuisCardenasMX

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