Si nuestro presidente fuese un presentador de shows televisivos , su personalidad tendría un grave problema que solucionaría con otro gran acierto, a fin de cuentas, es un hombre de contrastes agudos sin escalas de grises.
López Obrador
se repite demasiado, frecuentemente cansa, aburre, es muy predecible hasta que, ¡sorpresa!, viene el conejo de la chistera en formas bizarras: una rifa del avión presidencial , ahora otra de un palco del Estadio Azteca con el premio de consolación de una casa que perteneció al Chapo, un tianguis de piratería decomisada, una consulta que pretende juzgar a expresidentes aunque no sea cierta, un manotazo contra la clase media, un comentario contra los aspiracionistas, un sermón, un chiste, un nuevo enemigo, algo…
Francamente, los distractores comienzan también a repetirse y a tornarse aburridos: superar la estridencia del presidente es muy difícil, incluso para él mismo.
Por eso, los showmen tratan de guardarse un poco, hacen una temporada y luego descansan otra, sus shows, además, no son en su totalidad de ellos, presentan a un artista, a un invitado de lujo, a una curiosidad, a un animal extraño, buscan novedades fuera de su personalidad y luego las bañan con su estilo.
Sí, ya sé que nuestro presidente no es un showman… Aunque sí lo es realmente, es que piensa que el arte de gobernar se basa en su vigencia, en su persona y personaje, porque ni los números ni la complicadísima tarea de la administración pública ni el sentido común parecen tener cabida en su concepción apocada de lo que significa ser un mandatario.
López Obrador ha caído en cuenta que no puede dominar ya la totalidad del espacio público , se le han agotado las ideas, se ha repetido demasiado y aún debe cumplir la mitad de su encargo, así que, como los maestros del show, es momento de llamar a los payasos , a las curiosidades o a los invitados de lujo para darse un respiro y poder reinventarse frente a la necia adversidad que la realidad no se cansa de echarle en cara.
La crisis económica , las masacres , la desconfianza financiera y empresarial en México, la pobreza rampante, la impunidad , la ineptitud gubernamental, el colapso del sistema de salud o cualquier otro tema “de esos” es una tarea indigna para un showman... Lo de López Obrador es el circo y nada más.
Así que, a manera de intermedio, nuestro presidente nos deleitará con el debate de precandidatos presidenciales , con sus incondicionales arrancándose los ojos para ganarse el favor del amado líder, un buen distractor que, al menos de momento, aleja un poco el reflector de los problemas en los que se hunde nuestro país.
El show, estimados, debe continuar… Pero, luego del intermedio, ¿cuál será el siguiente acto?
DE COLOFÓN
Primero fue un jaguar y el destino lo coloca como la mascota de un gobernador, ¿se habrá dado cuenta don Armando Ríos Piter que la UDLAP no es una escuela patito y que no puede imponerse a un rector así nada más porque sí?... La confianza se gana, no se compra, desde hace mucho que debió aprender esa lección.
@LuisCardenasMX