México no puede ni debe odiar a los Estados Unidos: el odio sería otra forma de dependencia.
-Octavio Paz
Lo he dicho más de una vez: México y Estados Unidos tienen una relación tan compleja como inevitable. Podemos pelear, desconfiar, levantar el puño o envolvernos en la bandera, pero al final del día nos necesitamos. Y sí, esa necesidad duele al orgullo.
Hace unos días conversé con Chad F. Wolf, exsecretario interino de Seguridad Nacional durante el primer mandato de Donald Trump, y justamente se hacía la pregunta que da título a este texto, pese a los resultados innegables de estos últimos 10 meses, ¿podrían diferencias ideológicas y chauvinistas terminar con la cooperación?
Me sorprendió su tono: directo, pragmático, casi frío, pero sin el aire de superioridad con el que suelen hablar algunos funcionarios estadounidenses.
Dijo algo que me pareció fundamental: “Más allá de la política, hay una relación fuerte en comercio, seguridad y cultura”. Tiene razón. Aunque nos moleste admitirlo, Estados Unidos no quiere invadirnos; quiere que no nos desmoronemos, porque un México en caos también lo afecta.
Más allá de los discursos, aquí solemos hablar de “soberanía” como si fuera un escudo mágico. Wolf, en cambio, habla de cooperación como lo que realmente es: una alianza incómoda, pero necesaria.
Puede resultar difícil escucharlo sin que pique el mosquito del nacionalismo barato, pero la realidad se impone con las tragedias de todos los días, con el México roto.
¿De qué sirve el discurso de soberanía cuándo no puedes ni salir a la calle con la seguridad de no ser presa de un fuego cruzado?, ¿De qué sirve escuchar ¡Viva México, cabrones!, cuándo el que grita es un narcogobernador?
Cuando Wolf habla de “evitar que México se convierta en un Estado fallido”, muchos podrían ofenderse, pero jamás negar la apabullante realidad, Estados Unidos no es un salvador, pero sí un socio sumamente útil y beneficioso, máxime si dejamos de verlo como enemigo y entendemos que hay una infinidad de objetivos comunes y mutuamente enriquecedores.
Por ejemplo, hablé con Wolf sobre el “muro digital”: sensores, radares, inteligencia artificial, etc. no el muro físico de Trump sino uno más complejo, invisible, que usa la tecnología para adelantarse al crimen organizado. Si los cárteles ya operan con drones, criptomonedas y redes globales, ¿por qué seguimos discutiendo con argumentos del siglo pasado?, ¿por qué no construir un muro que no divida a nuestras naciones sino que divida y capture a los criminales que laceran nuestras naciones?
Incluso en temas que podrían ser de menor importancia frente al reto de seguridad bilateral, como los vapeadores, hay lecciones, Wolf advirtió que prohibirlos sin regulación sólo abre un nuevo mercado negro y tiene razón: en México tenemos talento para convertir cualquier prohibición en negocio ilegal.
Mientras discutimos soberanía y discursos patrios, sobran los casos de la violencia que arde: desde unas pequeñas gemelas asesinadas en Sonora hasta una maestra jubilada taxista asesinada por no pagar derecho de piso en Veracruz, desde drones en Michoacán hasta comerciantes baleados en vivo en Guanajuato. Una masacre al día, una aberración tras otra, un Estado que se cae a pedazos.
El enemigo real no está en Washington. El verdugo fuimos nosotros con el país que dejamos perder.
La entrevista completa está disponible en: https://youtu.be/SspU5c64NPE?si=_Cl7V5h_OBpVHgiF
@LuisCardenasMX