Donald Trump volvió a hacer lo que mejor sabe: provocar. Acusó al gobierno de México de temerle a los cárteles y volvió a insinuar que mandará tropas al sur del Río Bravo. Frente a eso, Claudia Sheinbaum optó por no engancharse. No lo confrontó, no le respondió con bravatas, no cayó en el juego. Y, aunque muchos esperaban un puñetazo retórico, tal vez hizo bien en guardarse.

Con Trump nunca se sabe. Cada palabra, cada insulto, cada amenaza es parte de su espectáculo. Vive del conflicto, y especialmente del que puede usar como carnada electoral. México ha sido durante años su villano favorito: ya sea por los migrantes, por el muro, por los tratados o por el narcotráfico. Lo último que necesita Sheinbaum es convertirse en su sparring de su eterna campaña política.

¿Significa eso que debamos callar siempre? No. Pero hay momentos donde responder sólo alimenta la narrativa del otro. Trump quiere el ruido. Quiere el pleito. Ama la estridencia porque así permanece en la narrativa. Y lo que hizo Sheinbaum fue no darle su pólvora favorita.

¿Es esto una muestra de fortaleza o de debilidad? Depende. Si el gobierno por fin actúa con firmeza en los hechos —fortaleciendo su estrategia de seguridad, defendiendo la soberanía con estrategias prácticas y consolidando una relación bilateral seria con Estados Unidos— entonces ese silencio será calculado, no sumiso.

Porque la verdad es que, con o sin respuesta, a México ya le carga el payaso cada vez que hay una decisión polémica en EU. Ya sea con Trump o con cualquier otro político, los discursos duros contra el país son un recurso político seguro. Y como ya se ha visto antes, lo que se dice en campaña no siempre se traduce en política real… pero a veces sí.

Por eso, a veces callar no es claudicar: es aguantar el primer golpe sin mostrar flaqueza. No habrá aplausos por eso, pero tal vez sí menos daño. Y en tiempos de fuegos cruzados… evitar otro incendio también es gobernar.

DE COLOFÓN: Movimiento Ciudadano ya encontró su bandera: la jornada laboral de 40 horas. Pablo Vásquez Ahued, diputado y secretario nacional de Asuntos Legislativos de MC, apareció flamante en redes para exigir un periodo extraordinario. “No hay pretextos”, clamó con la solemnidad de quien no tiene otro tema en mente. Y vaya que no lo tiene: lleva cuatro días mudo —como todo su partido— desde la detención del alcalde de Teuchitlán, José Ascensión Murguía, acusado de trabajar para el Cártel Jalisco.

La dirigencia nacional encabezada por Jorge Álvarez Máynez guarda un silencio que ni en misa. Las bancadas, más mudas que testigo incómodo. Eso sí: para lo de las 40 horas, ahí sí todos muy puntuales, muy enérgicos, muy indignados. ¿Será que el guion naranja dice que mientras más narcos se les acumulen, más hay que fingir que no pasa nada?

@LuisCardenasMX

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