Desde los más altos niveles del nuevo gobierno de los Estados Unidos se ha intentado justificar con diversos argumentos el programa de deportaciones masivas en curso. Incluso, se intentó justificar estas políticas xenófobas acudiendo a principios teológicos del Magisterio de la Iglesia. Un alto funcionario estadounidense invocó la idea del ordo amoris —el amor rectamente ordenado—, un concepto de San Agustín de Hipona. Lo utilizó para justificar políticas migratorias de mano dura al indicar —en esta interpretación— que la compasión debe orientarse sucesivamente a la familia, luego al vecino, después al conciudadano y finalmente al resto del mundo, sólo cuando han sido satisfechas las exigencias de los ámbitos previos.

Pero la reciente carta del Papa Francisco a los Obispos de los Estados Unidos aclara el verdadero significado de esta enseñanza de Hipona. En su misiva, el Pontífice recordó que un verdadero Estado de derecho se mide por su trato a los más vulnerables y que la dignidad de la persona no puede ser ignorada en nombre de la seguridad nacional.

Y más específicamente, sobre el concepto de ordo amoris, el Papa jesuita clarifica que éste “no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se amplían a otras personas y grupos […] La persona humana es un sujeto con dignidad que, a través de la relación constitutiva con todos, en especial con los más pobres, puede gradualmente madurar en su identidad y vocación […].” (párr. 6 y 7).

De ahí que la carta concluya con un exhorto, dirigido a todas las personas de buena fe, “a no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados” (párr. 9). Las palabras del Papa se suman a las denuncias que han emitido distintos actores de la vida pública en contra de las políticas que afectan a las personas más desfavorecidas.

La Carta del Papa Francisco es, para el episcopado estadounidense, un llamado a profundizar en su cercanía con las personas migrantes, que hoy enfrentan amenazas, hostilidad y animadversión.  Además, representa una oportuna corrección frente a las distorsiones interesadas de un magisterio que no es compatible ni con la discriminación ni con el odio.

Pero estas palabras también resuenan en todas las naciones que enfrentan intensos y desafiantes fenómenos de movilidad humana. Para quienes leemos esta carta desde la realidad mexicana, el mensaje del Papa nos interpela para que no nos aislemos en la comodidad de nuestras relaciones más inmediatas, que por entrañables que sean devienen insuficientes si no nos dejan abrirnos al encuentro de los otros. Además, la misiva nos recuerda que, en nuestro país, esta crisis humanitaria incluye también actos violentos por parte de autoridades y redes criminales. Todo ello puede agravarse por la militarización de las fronteras, como han alertado el Programa de Asuntos Migratorios y el Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero y el Servicio Jesuita para Refugiados.

La carta de Francisco nos invita a fortalecer la empatía y la compasión, en vez de replicar la xenofobia y la intolerancia. Ante la crisis migratoria en ciernes, no basta con refrendar nuestro nacionalismo y señalar al vecino del norte.

Frente a esta escalada de intolerancia, hay que echar luz sobre las voces e iniciativas que están disputando los liderazgos autoritarios. Con esperanza hemos visto en estas semanas mujeres que toman la palabra y ejercen cargos de poder para equilibrar la polarización política en la que nos encontramos. Hoy más que nunca —y como lo dijo la obispa Mariann Edgar Budde— necesitamos volver al carácter misericordioso de Dios. No es una coincidencia que haya sido una mujer quien decidió confrontar un discurso de intolerancia y violencia. Tampoco lo es el nombramiento de la religiosa Sor Raffaella Petrini como Gobernadora de la Ciudad del Vaticano. En ambos casos, se revela una tendencia de nuevos liderazgos en posiciones estratégicas para hacer frente a estas falsas narrativas.

El orden del amor se trata precisamente de eso: de revelar partes del rostro de Dios que todavía no habíamos podido ver. Por lo tanto, el ordo amoris agustiniano, en su sentido más profundo, no es un cálculo de prioridades basado en la conveniencia, sino un llamado a amar sin restricciones impuestas por estructuras de poder. Si deseamos ser fieles a este principio, debemos abrir las puertas a quienes han sido relegadas y relegados por siglos. La justicia no es gradual ni condicional: es un horizonte que sólo se alcanza cuando, sin distinción, somos reconocidos en nuestra plenitud.

Rector de la Universidad Iberoamericana

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios