En noviembre de 2022 un grupo numeroso de ciudadanos se manifestó en distintas ciudades del país en defensa del Instituto Nacional Electoral. Bajo el lema “el INE no se toca” la ciudadanía tomó las calles de manera pacífica. La marea rosa fue una reacción ciudadana frente a la propuesta de una reforma electoral que modificaba 18 artículos de la Constitución y que dinamitaba los cimientos de nuestra débil democracia. La propuesta pretendía, entre otras cosas, reducir el número de diputados y senadores plurinominales; reducir el número de representantes en los ayuntamientos; centralizar la organización de las elecciones en instituciones nacionales que eliminarían a los OPLES y a los tribunales electorales en las entidades federativas; reducir el financiamiento para los partidos políticos a partir de una ventaja al partido mayoritario y limitar el costo operativo de los procesos electorales. El resultado implicaba menor pluralidad y control político de los árbitros electorales. Al no contar con la mayoría en las Cámaras, se propuso el Plan B con una serie de reformas legales —ya no constitucionales— que repetían la fórmula además de la vulneración del servicio profesional electoral. La Corte echó abajo la propuesta y la reforma no prosperó.

Vino la elección de 2024 y la presidenta Claudia Sheinbaum fue la candidata más votada en la historia reciente. Sin embargo, el proceso dejó mucho qué desear en términos de integridad y equidad. En el Congreso, la coalición oficialista obtuvo solamente el 54 por ciento de los votos pero de manera inconstitucional, los árbitros electorales otorgaron el 74% de la representación en la cámara baja. En el Senado, la ciudadanía tampoco otorgó la mayoría calificada, pero los partidos la consiguieron a partir de amenazas y expedientes judiciales.

Las consecuencias de este proceso están a la vista de todos. Hace unas semanas se publicó el Informe Global sobre Integridad Electoral auspiciado por la Universidad de Queens, la Universidad de Anglia Oriental y el Colegio Real Militar de Canadá. El proyecto que lleva más de diez años de vida, da cuenta de la integridad electoral en distintos países del mundo. El saldo del ciclo electoral 2024, no es alentador. Mientras 21 países mejoraron sus estándares de integridad electoral, 33 países, entre ellos México, vivieron un deterioro en la calidad de las elecciones.

La falta de respeto a las reglas electorales, la violencia y la ausencia de información de calidad marcaron la pauta. Este es el contexto en el cual se discute una próxima reforma electoral. En 2017, el historiador Timothy Snyder alertó sobre las condiciones que permiten que un país democrático se convierta en una tiranía. En sus lecciones para aprender del siglo pasado, recuerda que la historia no se repite, pero sí alecciona. En este sentido, da consejos útiles para la resistencia. Recuerda que “son las instituciones las que nos ayudan a conservar la decencia. Ellas también necesitan nuestra ayuda. No hables de «nuestras instituciones» a menos que las hagas tuyas”. Esto es lo que se juega en la reforma electoral anunciada. Sin debate y sin resistencia, tal vez seamos como aquellos amantes inconscientes de su último encuentro, como aquéllos que no supieron que antes de abrirle las puertas al totalitarismo, ejercieron el derecho al voto libre por última vez.

Investigadora de la UdeG

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