Al concluir su periodo presidencial (1982), José López Portillo justificó así su fracaso como responsable del último gobierno del nacionalismo revolucionario: “Soy responsable del timón, no de la tormenta”. Aceptando sin conceder que la tormenta económica y política que entonces se desató sobre México fue un acontecimiento imprevisible y causado por variables externas, el control presidencial del timón de entonces fue pésimo.
Hoy al mundo se le ha venido encima otra tormenta económica y política gestada enteramente en las entrañas políticas del país más poderoso del mundo y cuyos efectos pueden ser particularmente dañinos para los dos vecinos de Estados Unidos en la América del Norte. En esencia el proyecto político de Donald Trump —MAGA (Make America Great Again)— es un ejercicio de intimidación política a escala global para reconfigurar el poder norteamericano dentro del sistema mundial. Por lo que hace a nuestro país, la Presidenta de México ha podido enfrentar las presiones de MAGA con buen resultado.
Hasta ahora, y en medio de la guerra de los aranceles al comercio internacional desatada por Estados Unidos, el control del timón político de la nave estatal mexicana ha sido ejemplar. Y para apreciar el buen desempeño de la presidenta Claudia Sheinbaum en esta complicada coyuntura conviene contrastarlo con otra experiencia y en un entorno menos complicado. En la muy breve visita que Trump hizo a México en 2016, el millonario candidato presidencial norteamericano simplemente hizo desaparecer del escenario a su huésped, el presidente Peña Nieto. En contraste en 2020 y con Andrés Manuel López Obrador de visita en la Casa Blanca ya ocupada por Trump, el anfitrión prefirió actuar sin prepotencia y se abstuvo de practicar su ya famosa política de intimidación. Hasta ahora la presidenta Sheinbaum no ha buscado un encuentro personal con su contraparte norteamericana, pero ha logrado que en las comunicaciones telefónicas el mandatario norteamericano deje de lado su ya consabido enfoque de la intimidación y se conduzca como un negociador razonable.
Echemos aquí mano del enfoque comparativo internacional para contrastar en un mismo contexto las formas y el contenido de las relaciones de los dos socios y vecinos de Estados Unidos dentro del marco trilateral del Tratado de Libre Comercio México, Estados Unidos y Canadá o TMEC. Para empezar el gobierno encabezado por Donald Trump es uno abiertamente de derecha y ostentosamente oligárquico mientras que el de México está en el extremo opuesto del espectro ideológico pues el “humanismo mexicano” con el que se define ideológicamente el partido de la presidenta tiene como divisa “primero los pobres” y diverge notablemente de la visión del rol que debe jugar el Estado. En el MAGA de Trump, el multimillonario y principal consejero presidencial, Elon Musk, tiene como principal objetivo reducir al mínimo el aparato gubernamental en favor del mercado. Esto podría suponer que hay una menor diferencia ideológica entre Trump y Justin Trudeau que entre Trump y Sheinbaum, pues en Canadá el Partido Liberal que fue keynesiano bajo el liderazgo de Trudeau padre (Pierre) hoy se identifica más con un tipo de liberalismo social y por tanto está menos alejado que México de la corriente ideológica dominante en la Casa Blanca. Y, sin embargo, Claudia Sheinbaum desde su izquierda moderada ha logrado establecer una comunicación menos ríspida con Trump que los canadienses.
En el contexto anterior resulta notable el contraste entre la forma y contenido de la negociación de México por un lado y Canadá por otro con Washington a raíz de la inesperada y arbitraria imposición de aranceles por parte de Washington a sus exportaciones al mercado norteamericano —imposición totalmente contraria a la letra y al espíritu del TMEC. Históricamente, Canadá ha sido un aliado muy activo de Washington en el contexto de sus aventuras imperiales de los siglos XX y XXI. Canadá participó al lado de Estados Unidos en las dos guerras mundiales y posteriormente en las de Corea, el Golfo Pérsico y en la invasión a Afganistán. Hoy, como miembro de la OTAN y siguiendo la línea política internacional trazada desde Washington. Actualmente, Canadá da un apoyo importante a Ucrania en su guerra con Rusia como hasta hace poco lo hacía la Casa Blanca. Pese a lo anterior, el gobierno de Ottawa se ha considerado obligado a protagonizar un choque abierto, muy rudo con Trump y su gobierno. Los ciudadanos canadienses se sienten traicionados y humillados por Washington por los aranceles y por la idea de Trump de convertir a ese país en un estado más de la Unión Americana.
En contraste, México se ha mantenido deliberadamente al margen e incluso ha criticado algunas de las acciones armadas de Estados Unidos en el mundo, particularmente en Latinoamérica. Y sin embargo la Presidenta ha mantenido “la cabeza fría”, ha adoptado un discurso que combina la oposición a “la guerra de los aranceles” con la defensa de la soberanía y la autodeterminación de México, pero sin estridencias con acciones muy concretas que le permiten al presidente Trump mostrar a su público que sus políticas contra la migración indocumentada o el contrabando de fentanilo han resultado efectivas: entre ellas 10 mil guardias nacionales desplegados por México en su frontera norte, 29 narcotraficantes entregados a los norteamericanos más una disminución notable en el tráfico de drogas y constatada por las propias cifras de las agencias norteamericanas.
Es de notar que la movilización convocada por la Presidenta mexicana en apoyo a su política frente al brutalismo de Trump resultó espectacular pero no abiertamente antinorteamericana, lo cual cuadró bien con la propuesta reiterada en todos los discursos de Sheinbaum: entre países obligados a convivir lo mejor es negociar diferencias y opciones. Desafortunadamente, el estilo político personal de Trump no busca evitar sino provocar primero y de manera escandalosa el conflicto para después negociarlo en sus términos.
El viacrucis de México y de su Presidenta en la relación con el vecino del norte va a ser penoso y de al menos cuatro años. Hay que ir preparando la alternativa.
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