Un libro de reciente publicación resulta de mucha utilidad para meternos de lleno en la muy violenta forja de las primeras etapas de la construcción de un Estado mexicano viable. Se trata de Resistir es vencer, de Héctor Strobel (Ed. Grano de Sal, 2024), y que lleva como subtítulo “Historia militar de la intervención francesa, 1862-1867”. Si a ese de Strobel se le añade el de Will Fowler de 2020, La guerra de tres años. El conflicto del que nació el estado laico mexicano (Paidós), se tiene una puesta al día del viacrucis que recorrió México en el arranque de sus primeras etapas de vida independiente y de lo sorprendente que resulta que finalmente nuestro país haya podido sobrevivir y cuajar como tal teniendo tantos factores en contra.
La polarización política que hoy lamentan algunos palidece si se le compara con aquella que tuvo lugar en el siglo XIX. La independencia fue un parto muy doloroso pero la guerra contra los invasores norteamericanos, la guerra de reforma y la guerra entre la república y el imperio de Maximiliano resultaron en un bautizo de sangre tan prolongado como brutal.
La obra que acaba de publicar Strobel es una minuciosa investigación de archivo, de muchos archivos, y aunque su atención esta centrada en la historia militar mexicana de 1862 a 1867, a cada paso del relato el lector puede atisbar e imaginar el abanico de implicaciones políticas, económicas, sociales y culturales de una sociedad que aún no cuajaba como nación y que en plena guerra civil debió enfrentar la invasión de una gran potencia imperial europea que se consideraba y que efectivamente era poseedora de la mejor fuerza armada de su época.
Resistir es vencer subraya la apabullante asimetría entre el profesionalismo y el respaldo logístico de un ejército moderno francés y la pobreza y debilidad en todos los sentidos del improvisado ejército republicano mexicano comandado por Benito Juárez y la élite liberal, donde los militares profesionales eran apenas una minoría en tanto la mayoría se hizo sobre la marcha. En la primera parte del trabajo resalta la enorme desventaja republicana en armamento y equipo: el del ejército francés con sus fusiles y artillería de ánima rayada era el más avanzado de la época y contrastaba penosamente y en todos aspectos con al armamento ya obsoleto de los mexicanos y ni que decir de la fuerza naval, prácticamente inexistente en el lado mexicano y absolutamente dominante en el francés. Pero la comparación más dramática es la del elemento humano, pues mientras la fuerza expedicionaria francesa estaba compuesta a mitades por soldados voluntarios franceses y extranjeros y la otra por quienes hacían su servicio militar -todos con entrenamiento adecuado y con una oficialidad profesional- del lado mexicano la gran mayoría de los contingentes estaban conformados por individuos forzados, resultado de la leva sistemática entre las clases más pobres, mal armados y uniformados y con escaso o nulo entrenamiento y por tanto dispuestos a desertar en la primera oportunidad. Los datos sobre la leva y las deserciones en masa son apabullantes: cuerpos completos del ejército perdían cientos e incluso millares de efectivos de un día para otro. Y su adiestramiento era tan rudimentario como su servicio de sanidad, su paga o su alimentación. Los cuerpos de ejército con la misma velocidad con que se formaban se evaporaban. Sólo en posiciones defensivas fijas, los oficiales republicanos podían controlar la hemorragia de deserciones. De los datos se desprende que apenas la oficialidad tenía conciencia de las razones de su lucha por la república o por el emperador en el caso de las fuerzas imperiales mexicanas pues México como tal tenía poco o ningún sentido para la mayoría del pueblo raso.
Strobel muestra que en esas condiciones resulta más sorprendente la resistencia republicana en la segunda batalla de Puebla, la de 1863, donde pese al hambre y la enfermedad la fuerza al mando de Jesús González Ortega resistió por dos meses el embate francés.
Al final, la tesis del libro resulta clara: en combates masivos formales resultaba inevitable que la superioridad francesa se impusiera al punto de llevar a la disolución del ejército regular republicano pero la enormidad del territorio mexicano y, sobre todo, la voluntad política juarista de mantener la resistencia terminó por echar abajo el proyecto imperial francés. La formación de guerrillas o de meras bandas que combinaban bandidaje con ataques al invasor impidieron la pacificación que esperaban los monárquicos. El tiempo corrió en contra de la consolidación de Maximiliano y su decisión de declarar criminales a los combatientes republicanos y condenarlos a muerte selló la suerte del emperador.
Obras como la de Strobel son indispensables para seguir dando sentido a nuestra idea de México. Valorar la magnitud de acontecido para tener una noción clara de lo que hoy somos y lo que debemos hacer o no hacer.
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