Una ligera variación del verso de sor Juana sobre los hombres necios viene hoy como anillo al dedo: “Hombre necio Trump que acusáis/ a México sin razón/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis”. Y es que, en efecto, el presidente Trump justificó la imposición de un arancel del 25% a todas las importaciones provenientes de México porque nuestro país tiene superávit en el comercio bilateral, es fuente de trabajadores indocumentados y, según él, porque es el gran responsable de la terrible adicción en su país al consumo de fentanilo.
Las acusaciones, sobre todo la última, son más que discutibles. En relación con ésta debe empezar por señalarse, con base datos de fuentes norteamericanas, que el origen de la adicción masiva al fentanilo en el país vecino se generó antes de que apareciera en ese contexto el crimen organizado mexicano.
Purdue Pharma (PP) era una empresa asentada en Stamford, Connecticut, desde 1952, propiedad de los hermanos y médicos Arthur, Mortimer y Raymond Sackler, y fabricante de opioides como hidromorfona, oxicodona, hidrocodona, codeína y también de fentanilo. Todos los analgésicos de PP eran muy efectivos pero todos podían producir adicción.
Gracias a una agresiva campaña de ventas que aconsejaron firmas de asesores de negocios que incluyó recompensas a los médicos que recetaran sus productos contra el dolor, PP se transformó en una empresa grande y exitosa y ya en 2016, Fortune calculó en 13 mil millones de dólares el valor de la fortuna de la familia Sackler. Sin embargo, la adicción a los opioides sintéticos de PP y las muertes que causaba llevaron a que en octubre de 2017 el primer gobierno de Trump declarara una emergencia de salud pública y a que en los tribunales norteamericanos se presentaran centenares de demandas contra PP. Finalmente en 2021 la otrora exitosa farmacéutica dejó de operar y los Sackler aceptaron pagar 4,500 millones de dólares como reparación del daño (https://es.wikipedia.org/wiki/Familia_Sackler), pero el daño mismo ya estaba hecho.
Es claro que la crisis de salud originada por la adicción a los opioides sintéticos en Estados Unidos tuvo un origen interno. Sin embargo, una vez que PP y sus médicos dejaron de recetar opioides a diestra y siniestra, los cárteles mexicanos de la droga aprovecharon la coyuntura para ofrecer “a precios módicos” pastillas de fentanilo falsificadas. Acusar a México de ser responsable de la muerte por sobredosis de miles de norteamericanos (más de cien mil en 2021) sin aclarar que sólo una fracción de ellas lo fue por fentanilo vendido ilegalmente (ver las cifras desglosadas por el National Center for Health Statistics) es simplificar por motivos políticos una tragedia de origen muy complejo. Además, esa explicación obvia otra cara de la moneda: que el poder del narco mexicano no se explica sin el contrabando de armas norteamericanas a México y del blanqueo de los dólares que se envían para acá.
Las acusaciones de Trump contra nuestro país vinieron en paquete e incluyeron el déficit de su país en el intercambio comercial con México: 172 mil mdd en 2024. Pero al tomar en cuenta el intercambio total de México con el resto del mundo, nuestro país termina con déficit: 8 200 mdd. en ese año. Ambas cifras son resultado de la forma en que opera el libre comercio con Estados Unidos -el TMEC, que fue negociado y aprobado por el propio Trump en su primera presidencia. En realidad, y como bien argumenta el director del CIDE, José Romero, la economía industrial de México está basada en ¡exportar lo que antes tuvo que importar! más un valor añadido no particularmente espectacular y que si bien crea empleo no transfiere el conocimiento científico y tecnológico que está detrás de lo importado (La Jornada, 01/02/25). Finalmente, en los dos extremos, importación y exportación dominan empresas no mexicanas. En los años de vigencia del TLC-TMEC el crecimiento promedio anual del ingreso per cápita en México fue de un raquítico 0.65 % que mal se compara con el 3% del período 1940-1982, en que el dinamo de la economía se basaba en la sustitución de importaciones para el mercado interno.
La geopolítica es una realidad contundente. De 1933 al final de la 2ª Guerra Mundial, Washington desarrolló con México y Latinoamérica una política de “Buena Vecindad”. Después, durante los años de la Guerra Fría, Washington básicamente sólo se interesó en propiciar gobiernos anticomunistas en la región y ser un “Vecino Distante” (concepto popularizado por el periodista inglés Alan Riding), para luego aceptar la integración de México a su economía bajo los términos neoliberales y final y abruptamente terminar con la política del mal vecino de Trump.
El modelo actual de nuestra economía no se puede cambiar en el corto plazo, aunque el Plan México en general y el impulso oficial a industrias de punta como la de semiconductores puede en unos años quitarnos de vivirla con una Espada de Damocles (Trump) sobre nuestra cabeza. Romero encuentra en las características centrales del actual modelo económico de Corea un ejemplo de cómo se puede, con voluntad política, dar forma a una industria básicamente nacional y competitiva a nivel mundial y que provea al país de una base material más sólida para lograr que nuestra soberanía, siempre relativa, no dependa de un vecino tan fuerte y poco confiable como es Estados Unidos.
Para cerrar esta columna volvamos a sor Juana a propósito de la compra masiva de drogas ilegales al norte del Bravo: “¿O cuál es más de culpar, / aunque cualquiera mal haga:/ la que peca por la paga, / o el que paga por pecar?”.
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