Más que ninguna otra forma de gobierno, la democracia depende, en gran medida, de su respaldo social y éste, a su vez, de los beneficios que los miembros de la sociedad perciben tener de mantenerla y sostenerla frente a la natural tendencia de concentración y abuso del poder, es decir, frente a su degeneración autoritaria.
Por eso es tan preocupante el Informe 2023 de Latinobarómetro “La recesión Democrática de América Latina”, publicado hace unos días. En él se da cuenta de cómo en apenas un par de décadas pasamos de la celebración a la preocupación democrática. A principios de siglo presenciamos una inédita expansión de la democracia en Latinoamérica y un creciente aprecio social por ese régimen; hoy, los indicadores nos indican la fragilidad y el riesgo en el que viven nuestras democracias en virtud de una creciente tolerancia y aceptación del ejercicio autoritario del poder.
El asunto no es menor, pues refleja que la proliferación de fenómenos autoritarios que estamos presenciando en todo el mundo está permeando en el tejido social de las democracias, cuando no incluso floreciendo por un respaldo de un creciente número de ciudadanos por políticas públicas y por actitudes antidemocráticas.
En México la situación es particularmente grave, pues de acuerdo con el Informe de Latinobarómetro la recesión democrática es mayor, en prácticamente todos los indicadores, respecto de la media en América Latina y se ha agravado particularmente en el periodo que va de 2020 (año del Informe previo) a 2023.
Así, mientras que en AL el porcentaje de personas que piensan que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno pasó de 49% en 2020 a 48% en 2023 (una disminución de 1%), en México se redujo de 43% a 35% (¡un 8% menos!). El promedio de quienes les da lo mismo contar con un régimen democrático o no pasó de 27% a 28% en AL (+1%) y, en nuestro país aumentó de 26% a 28% (+2%). De igual modo, aumentó el número de quienes opinan que en algunas circunstancias un gobierno autoritario es preferible a uno democrático al pasar de 13% a 17% en Latinoamérica (+4%) y de 22% a 33% en México (¡un incremento gravísimo de 11%, el peor de toda la región).
De este modo, agregando cifras, el número de mexicanos que son abiertamente proclives al autoritarismo o bien indiferentes a tener o no democracia, alcanza un 61% (13% más que hace tres años) frente un 33% que abiertamente prefieren un gobierno democrático: ¡casi el doble!
Si bien el 71% de los mexicanos consideran que la democracia puede tener problemas pero es el mejor sistema de gobierno (por arriba incluso del 66% de media en AL), lo que llevó a algún despistado encuestador (y, por supuesto, a los defensores del oficialismo) a celebrar en días pasados, lo cierto es que el resto del estudio revela que, o bien nuestros compatriotas tienen una muy extraña idea de lo que es un gobierno democrático, o bien que a esa afirmación, que en principio suena bien, en realidad le subyace una preocupante proclividad hacia el autoritarismo.
En efecto, al 56% de la población mexicana no le importaría tener un gobierno autoritario si le resuelve los problemas (frente al de media 54% regional); al 48% le parece bien que en algunos casos el presidente controle a los medios de comunicación (muy por encima del 36% latinoamericano); sólo el 52% rechaza un gobierno militar (muy por abajo del 61% de la región) y el 42% incluso apoyaría a un gobierno militar “si las cosas se ponen difíciles” (por arriba del 35% de AL).
Lo que Latinobarómetro nos revela es que, en la región y particularmente en México, vivimos en un peligroso caldo de cultivo en donde el descontento social con la democracia está provocando el florecimiento de actitudes autoritarias con la consecuente erosión o incluso pérdida de nuestras frágiles conquistas democráticas.
En ese sentido, en México sólo el 37% de la población está satisfecha con la democracia ante un 61% que no lo está, con lo que en México hay, afirma el Informe, “tierra fértil para autoritarismos y populismos”.
La satisfacción con la democracia depende de muchos factores, sin duda, pero mientras no logremos resolver lo que el estudio llama “deficiencia de bienes públicos” que la sociedad demanda (igualdad ante la ley, justicia, dignidad y justa distribución de la riqueza), los riesgos de regresión autoritaria están latentes y serán cada vez más probables.