Decía Ferdinand Lasalle que la Constitución no es sólo la hoja de papel impresa, sino la representación y presencia de todos los factores reales de poder.
Hablaba de que previo a escribir la hoja de papel era necesario conciliar con esos factores, provenientes de todos los grupos sociales presentes en una nación o, de lo contrario, nacería como letra muerta.
La Constitución es consecuencia de consensos, es el resultado del reconocimiento de la pluralidad expresada en el crisol político y social de un país. Reitero, la Constitución es un consenso.
Por eso, buscar modificar nuestra Constitución a capricho de una camarilla resulta ineficaz e insuficiente. Por eso, cuando sentimos que esos cambios propuestos no nos representan ni como ciudadanos ni como gremio es oportuno decirlo y actuar en consecuencia.
Porque la Constitución no es un texto de antojos sexenales, sino la voluntad trascendental del pueblo mexicano. Porque la Constitución son acuerdos de convivencia y no es proyecto político de uno. Porque en la Constitución cabemos y debemos caber todas y todos y porque la Constitución nos ha dado la paz esencial y el marco jurídico básico para crecer y hacer crecer a esta nación.
Pero ¿está la Constitución escrita en piedra y es inalterable? ¡Por supuesto que no! La Constitución sí es sujeta de ajustes a cambios gestados con el tiempo y a luchas sociales logradas. Por eso mismo, si se ha de modificar la Constitución en algún momento debe ser para otorgarle voz y peso específico a los que más lo necesitan, a las mujeres, a los niños, a los indígenas y al medio ambiente.
Si se ha de modificar la Constitución debe ser para reconocer y garantizar esa presencia, esa igualdad y esa fuerza. Esa es la agenda prioritaria de este momento. Esa es y debe de ser la consigna, y no la extinción de instituciones, los regalazos a magistrados o la apuesta por la militarización del país.
Quien persiga y apueste por estas batallas pírricas estará del lado incorrecto de la historia. Quien crea que fortalecer al Poder Ejecutivo en demérito del Legislativo o el Judicial apuesta, sin duda, por el fin de la República.
Por eso el llamado de hoy es para mujeres y hombres valientes. Es para quienes comprenden su lugar en la historia, para quienes no se esconden al calor de un contrato o sucumben ante una amenaza desde el poder. No hay mejor momento para demostrar gallardía. No hay valor más preciado a ser defendido con agallas que nuestra Constitución.
Porque por encima de la Constitución no hay nadie, y con tu ayuda y con la ayuda de todas y todos, no habrá nadie por encima de ella.
Por eso, a través de esta columna, reitero el llamado que, desde las afueras del emblemático Teatro de la República, en Querétaro , hicimos el pasado 21 de junio para convertirnos en Guardianes de la Constitución. Regístrate en guardianesdelaconstitucion.mx. #OpiniónCoparmex