La reciente petición de extradición de “El Mayo” Zambada a México, argumentando una detención ilegal por parte de Estados Unidos, nos coloca frente a un dilema que trasciende fronteras y sistemas legales: ¿Qué es lo justo en un caso como este? Sin entrar en los detalles de si debe ser juzgado en México o en Estados Unidos -donde probablemente enfrente la pena de muerte- o de si es un asunto que se resolverá políticamente, este episodio nos hace reflexionar sobre una pregunta antigua, pero aún sin respuesta clara: ¿Qué es la justicia?

La justicia ha sido un concepto en constante cambio y evolución a lo largo de la historia; los egipcios la vinculaban a Maat, la diosa que representaba la verdad, el equilibrio y el orden cósmico, custodiada por los faraones. Para los griegos, filósofos como Platón y Aristóteles la consideraban una virtud esencial para convivir en armonía. Los romanos, por su parte, enfatizaron la equidad y el imperio de la ley, con su célebre “Justitia” sentaron las bases de un sistema legal que aún está presente en modelos jurídicos como el nuestro.

Todos conocemos la ley del talión, presente en el Código de Hammurabi, uno de los primeros conjuntos de leyes escritas. Esta ley conocida por la frase “ojo por ojo, diente por diente”, buscaba establecer un castigo proporcional al daño causado. Por ejemplo, si un constructor era negligente y su obra causaba la muerte del hijo del propietario, el hijo del constructor pagaba con su vida. ¿Era esto justicia o mera venganza? La línea entre ambas es delgada y seguirá siendo objeto de debate. Lo que sí es seguro es que, de seguir existiendo la ley del talión, muchos funcionarios públicos pensarían dos veces antes de contratar servicios o aprobar construcciones que no cumplen con los estándares de seguridad.

Hoy, nos enfrentamos a interrogantes similares, ¿encarcelar a alguien repara el daño causado o simplemente sacia un deseo colectivo de venganza? En muchos casos, el sistema penitenciario no logra rehabilitar a los infractores ni aborda las causas profundas del crimen, lo que resulta en altas tasas de reincidencia. En nuestro país, donde el sistema penitenciario lidia con problemas como la corrupción o la falta de recursos, cobra relevancia la pregunta ¿estamos impartiendo justicia o solo aplicando una sanción que no transforma ni sana?

En este contexto la próxima elección de jueces por voto popular representa un cambio sin precedentes. Más allá de las dudas sobre la experiencia o imparcialidad de quienes resulten electos, la tarea que enfrentarán será titánica. Se espera que estos nuevos juzgadores impulsen un nuevo modelo de justicia, pero ¿cómo será? No lo sabemos; quizá más humanista, o por el contrario, más rigorista. Probablemente ellos tampoco lo tengan claro, lo que sí deben entender es que el pueblo bueno y sabio, en su expectativa de cambio, esperará que su nuevo modelo de bienestar sea diferente al actual. De lo contrario, ¿cuál sería el objeto de la reforma al Poder Judicial?

La justicia, en su esencia, no es un concepto estático ni universal. Varía según la época, la cultura y las circunstancias. Lo que ayer era justo, hoy puede parecer bárbaro, y lo que hoy consideramos equitativo, mañana podría ser cuestionado. Por eso, más que buscar una definición cerrada, debemos aceptar que la justicia siempre estará en discusión. Es un debate necesario, pues en él se juega el futuro de nuestra convivencia.

Mientras tanto, casos como el de Zambada nos recuerdan que la justicia no es solo un asunto de leyes, sino de decisiones humanas que impactan vidas. ¿Qué sería lo justo para él, para las víctimas, para la sociedad? No hay respuestas fáciles, pero sí una certeza: la forma en la que impartimos justicia define quiénes somos como sociedad.

Por último, ¿es posible replantearnos la forma en que entendemos e impartimos justicia? ¿podemos construir un sistema que no solo castigue, sino que realmente repare, transforme y prevenga? Estas preguntas pueden ser el punto de partida para imaginar un mejor futuro. Porque, al final la justicia no es solo un ideal lejano, sino el espejo de lo que somos y aspiramos a ser.

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