La presidenta Claudia Sheinbaum acaba de presentar un proyecto de reforma constitucional con el que se busca prohibir la reelección inmediata de legisladores y endurecer las reglas contra el nepotismo electoral, o al menos así fue anunciado. Entiendo que es un avance interno para recuperar los ideales de la Revolución Mexicana y frenar el abuso del poder en los cargos de elección popular. Sin embargo, aunque el proyecto avanza en la dirección correcta, tiene un vacío legal preocupante que podría ser aprovechado para perpetuar las redes de poder familiares en el ámbito municipal y estatal.
Fin de la reelección inmediata
La iniciativa plantea eliminar la posibilidad de reelección inmediata para diputados federales, senadores y legisladores locales, revirtiendo la reforma aprobada en el sexenio de Peña Nieto. En aquel entonces, el argumento para permitir la reelección inmediata era fortalecer la rendición de cuentas y la profesionalización de del poder legislativo, sin embargo, ha servido más para perpetuar elites políticas que para mejorar la representación ciudadana.
Vale la pena recordar que muchos de los legisladores actuales respaldaron esa reforma en su momento. Hoy, los mismos personajes que votaron a favor de la reelección argumentan que fue un error y debe corregirse. ¿Será que su súbita iluminación se debe a una genuina preocupación por la democracia o simplemente a un cálculo político acorde a las nuevas circunstancias?
Con la reforma propuesta, según se lee en los transitorios, los actuales diputados y senadores no podrán reelegirse para el próximo periodo, por si tenían la esperanza de que la reforma les concediera una última reelección.
Nepotismo electoral: un avance con puntos débiles
Uno de los puntos más débiles de la reforma es la prohibición de lo que se ha denominado “nepotismo electoral”. El proyecto impide que familiares directos de un funcionario en el cargo puedan postularse para el mismo cargo en el periodo inmediato posterior. Esto abarca a cónyuges, concubinos, parejas, hijos, padres, hermanos, sobrinos, tíos, y hasta primos hermanos. También estarán impedidos los parientes por afinidad hasta en segundo grado (suegros, yernos, nueras y cuñados).
Si bien esta medida ataca una práctica que ha permitido que ciertos clanes políticos se enriquezcan de forma escandalosa, la redacción actual presenta una debilidad evidente. Se establece un periodo de tres años como requisito para que la prohibición aplique a los cónyuges o concubinos. Esto significa que un presidente municipal, por ejemplo, podría colocar en el cargo a un aliado durante un periodo y después postular a su pareja sin mayores obstáculos. Esta brecha evidentemente socava el objetivo de la reforma, y permitirá que los cacicazgos sigan operando como hasta ahora lo hacen.
Si el objetivo es realmente acabar con el nepotismo, la prohibición debería extenderse al menos a dos periodos, para impedir que un gobernante simplemente espere un corto periodo para colocar a su familia en el poder.
El nepotismo no es un problema exclusivo de México. En varias partes del mundo se han implementado medidas para frenarlo, con diversos niveles de éxito. En Italia, por ejemplo, el periodista Roberto Saviano ha denunciado cómo las dinastías políticas han capturado espacios públicos mediante un entramado de favores familiares. En América Latina, países como Argentina o Brasil han intentado legislar contra estas prácticas, aunque los resultados han sido limitados.
Incluso el papa Francisco ha criticado esta forma de corrupción, señalando que “algunas corrupciones en los gobiernos vienen realmente porque el amor por la parentela es más grande que el amor por la patria” ¿es eso o es el amor al poder y al erario público?
¿Fin del nepotismo?
De ninguna manera. La iniciativa de la presidenta Sheinbaum tiene una dirección correcta y debe ser respaldada por todos aquellos que buscan fortalecer la democracia en México. No obstante, si realmente se quiere combatir el nepotismo de manera efectiva, se deben cerrar las lagunas que permitirían a los clanes políticos seguir en el poder con tácticas distintas.
Esta reforma apenas ataca una de las muchas manifestaciones del nepotismo en la política mexicana. El Problema va mucho más allá de impedir que familiares inmediatos tomen el cargo en el siguiente periodo. Existen redes de influencia, designaciones indirectas, tráfico de influencias y la captura de estructuras políticas enteras por parte de grupos de poder que seguirán operando con o sin esta reforma.
Si el gobierno realmente quiere erradicar el nepotismo, deberá tomar medidas más profundas y estructurales. De lo contrario, esta reforma solo será un paliativo que dará la impresión de cambio sin alterar la realidad del sistema. La oportunidad de transformar la política está sobre la mesa. Falta ver si se quedarán con un avance a medias o harán un esfuerzo mayor.