En un hecho sin precedentes, el presidente Trump viola flagrantemente los derechos humanos de personas que a esa administración le parecen delincuentes pero que no son más que migrantes, y ser migrante no es ser un delincuente. Esta persecución no tiene precedentes, está totalmente fuera de control y constituye un peligro no solo para la “democracia” en aquel país, sino para miles de personas, muchas de ellas connacionales que desde hace casi 80 años, migran a Estados Unidos en búsqueda de una vida mejor.
Desde el triunfo del republicano, el mundo sabía que no iba a ser fácil, que todos, no solo sus vecinos, tendrían que lidiar con un personaje tan voluble como su cabello. Entre que un día subía aranceles del 50 por ciento, al otro día los quita, otro día amenaza, un día más se desquita con universidades como la de Harvard, y así sucesivamente, sin saber de qué ánimo se levanta.
Toda esa inestabilidad a traído consigo un aumento a la inflación, un déficit fiscal impresionante y una alza de precios, que a parte de todo le ha costado ser enemigo, sí, enemigo de Musk, pretende ser obviada con una guerra como la del Quijote, en contra de molinos de viento. Las personas migrantes le han dado el pretexto perfecto para poner la atención de los estadounidenses en otro lado que no sean los problemas económicos que ha provocado la “política” de este gobierno.
Trump sabe que la gente ya no está tan entusiasmada con él y su proyecto, la derecha que lo apoyaba, duda del efecto que han tenido sus políticas económicas y sociales. Su otrora asesor, Elon Musk, no solo criticó su proyecto de presupuesto, lo acusó de nexos con uno de los casos más escandalosos en aquella nación. Parece hacer grande a América, no está siendo tan fácil como lo prometió.
Su ira ha sido lanzada con miles de migrantes, no solo con los más recientes, sino con ciudadanos americanos con orígenes latinos, es decir, hijos y nietos de esos migrantes que ya jamás volvieron y que hicieron vida en Estados Unidos. Su política discriminatoria va en contra de su propia constitución, la Decimocuarta Enmienda establece la ciudadanía y la igualdad ante la ley, protegiendo a las personas nacidas o naturalizadas en Estados Unidos, independientemente de su etnia o raza, la cual, ha sido flagrantemente pisoteada por esa administración.
Las redadas en California son violatorias a los derechos humanos más elementales. Ir a “cazar” personas migrantes es el deporte favorito de este presidente, pero parece ser que no se quedarán ahí, porque ya en otras ciudades como Nueva York, Chicago y Filadelfia, también se han registrado redadas para cazar migrantes, quienes son tratados como personas sin ningún derecho.
No contentos con eso, buscan culpables a costa de mentiras y falsedades, como la de la secretaría de Seguridad Nacional, Kristy Noem, quien en acto sin precedentes, culpó a la presidenta Sheinbaum por supuestamente alentar las manifestaciones violentas. Nada más falso y bajo, pues el mensaje de la primer mandataria ha sido el contrario. Pero no nos sorprende, el gobierno del presidente Trump está hecho de mentiras, solo de eso.
Mi solidaridad con los miles de paisanos que están padeciendo la ira de un gobierno que busca distraer la atención a problemas que están ahí, y que no se van a ir porque no se hable de ellos.
Mientras tanto, estaremos en espera de los resultados de la reunión del G-7 al que asistirá la presidente y donde tendrá la oportunidad de conversar con su homólogo estadounidense y aplacar estas violaciones en contra de latinoamericanos y cualquier raza que no sea la que a este mandatario le agrade.
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