La cifra oficial en México ya es de medio millón de contagios de COVID, más de 54 mil muertos y más de 80 mil casos sospechosos. Esto nos coloca en el tercer lugar en el mundo, antecedidos por Estados Unidos y Brasil. Apenas esta semana tuvimos el cuarto día con más muertos reportados y aunque 15 estados registran descenso de contagios en la última semana, en 6 hay incremento.
Lo más grave: de acuerdo con los reportes de la Secretaría de Salud, México tiene una tasa de letalidad de 10.94%. La cantidad de muertes por cada 100 mil habitantes enfermos es superior a las de Brasil y Estados Unidos, en donde es de 5.7% y poco mas del 4% respectivamente. Incluso México supera a las de otros países de la región que las semanas anteriores habían reportado severas deficiencias en sus sistemas de salud, como Ecuador que tiene una tasa de 8.5% y peor aún, superamos la tasa de letalidad global que es de aproximadamente 6% y esto sin tomar en cuenta las investigaciones y análisis de datos que han conlcuido que el número de muertes es dos o tres veces mayor a las que se reportan oficialmente, es decir, habrían muerto aproximadamente 160 mil y no 53 mil.
Veo tres posibles hipótesis: una es que el número de contagios es mucho mayor que el que reportan las autoridades y, por lo tanto, la tasa de letalidad es menor al 10%, es decir, no está bien medido porque no hay suficientes pruebas (el 44% de las personas a quienes se les hacen pruebas han dado positivo, lo que implica un ratio muy alto); la segunda hipótesis es que en México existen ciertas condiciones de salud en los enfermos que ocasionan mucho más muertes que en otros países como la diabetes, la obesidad y la hipertensión, y la tercera, la deficiencia en la atención y los servicios de salud, medicamentos y equipo médico.
Es evidente la falta de un plan de contención, el mal manejo de la pandemia y errores importantes en la toma de decisiones a lo largo de estos meses, pero sobre todo, la la desidia e incapacidad de las autoridades de reconsiderar y replantear la estrategia. Desde que inició la crisis a nivel mundial minimizaron el problema, empezando por el presidente. Cuando los contagios llegaron a México los menospreciaron e intentaron que no se notaran, con pocas pruebas y la manipulación constante de cifras sin pensar en que cada muerte es una tragedia personal y una pérdida familiar.
Nuestro sistema de salud ya era malo antes de López Obrador, pero a ello se le suman decisiones erróneas de su gobierno como la destrucción del principal progrma que atendía a la población más vulnerable, el Seguro Popular, la desaparición de la fórmula de distribución de los recursos y la disminución del presupuesto para salud sin replantear nuevas políticas y programas y, sobre todo, inversiones transparentes en el rubro.
No se ve el fin de la pandemia, la curva sigue en aumento y López Gatell sigue saliendo todos los días a dar cifras, sin presentar una estrategia de prevención y atención que limite las posibilidades de que el virus se siga propagando. Es urgente que por lo menos se tomen en serio las recomendaciones internacionales: la realización de mucho más pruebas, el seguimiento de contactos ante la detección de casos positivos y el uso de cubrebocas. De lo contrario, acabaremos el año con una cifra inimaginable de pérdida de vidas humanas y los responsables de ello tienen nombre y apellido.
@lialimon
Abogada y consultora