López Obrador hoy se niega a acatar las reglas que él impulsó desde la oposición tras las elecciones presidenciales del 2006 en que fue derrotado. La reforma electoral aprobada en aquellos tiempos prohíbe la propaganda gubernamental y por lo tanto, limita al presidente a promover los logros de gobierno durante los procesos electorales y a los medios de comunicación a difundirlos, por considerar que hacerlo vulnera las condiciones de equidad en la competencia política. El llamado del Instituto Nacional Electoral no es otra cosa que un recordatorio de la norma vigente y la exigencia de que la Constitución sea acatada por todos durante la contienda que se avecina. Estos criterios se han aplicado a partir de dicha reforma, incluyendo los últimos dos años, y no sólo deben ser respetados por el presidente sino por gobernadores y alcaldes de aquellos estados y municipios donde habrá elecciones.
A pesar de haber sido quien promovió estas reformas, hoy el presidente considera que eso sería renunciar a su derecho a informar y rechaza la posibilidad de que las mañaneras se dejen de transmitir íntegras durante el proceso electoral de este año. Peor aún, una vez más, intenta someter la ley a consulta y en su discurso se confronta con el INE.
Esta reacción es consistente con el desprecio que López Orador siempre ha mostrado por las instituciones, por acatar las leyes y por respetar los contrapesos como parte fundamental de la vida democrática de nuestro país. Además de un perfil autoritario, esta actitud refleja cinismo e incongruencia, pues en el 2006 fue él quien exigió a Fox que no se entrometiera en el proceso electoral con un “cállate chachalaca” y al perder las elecciones promovió las reformas que hoy nos regulan, es decir, lo que en un momento exigía que se le aplicara al jefe del Ejecutivo para que hubiera piso parejo, hoy, desde la silla presidencial, le estorba.
Cabe señalar que nadie ha propuesto suspender o cancelar las mañaneras del presidente, sino sólo la transmisión íntegra de las mismas a partir de que comiencen las campañas, con el fin de evitar la difusión de lo que se considere propaganda gubernamental, de acuerdo con los criterios vigentes.
El INE está cumpliendo con sus atribuciones constitucionales de velar porque las condiciones de equidad en la contienda se mantengan, a fin de garantizar la preservación de nuestra aún incipiente democracia electoral. El Consejero Presidente, Lorenzo Córdova, no buscan confrontación sino respeto a la Ley. Sin embargo, López Obrador es en la confrontación donde se siente cómodo. Esta estrategia le ha funcionado y ha favorecido su popularidad no sólo en estos dos años como gobernante sino también cuando era oposición. Para él polarizar es la constante y como buen líder populista es incapaz de pensar en las consecuencias que ello pueda tener ya no digamos en la vida democrática de nuestro país sino en la estabilidad social y política. Lo que hemos visto la semana pasada en Estados Unidos no le es suficiente para darse cuenta que su actuar y su discurso son cruciales, y lamentablemente nosotros no tenemos los contrapesos, la fortaleza institucional y la convicción democrática que existe en el país vecino y que al parecer, es lo que va a permitir la transición de poder. Por ello, los riesgos de la polarización y el desprecio institucional del presidente son mayores en nuestro país y el peligro que representa López Obrador para nuestra vida democrática es mucho mayor que el que estamos viendo con Trump en una democracia que se consideraba de las más sólidas a nivel mundial.
Consultora y directora de LIMA Diversidad e Inclusión.