El triunfo electoral de Donald Trump se suele concentrar en su persona, sin embargo, Trump es solo la cristalización de un proyecto político que viene desarrollándose hace décadas en Estados Unidos que busca definir los elementos sustanciales de su identidad política y cultural supuestamente amenazados. Este proceso puede rastrearse de manera muy clara a partir del gobierno de Ronald Reagan, fortalecido por autores como Samuel Huntington, en textos de gran popularidad como “¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadunidense” del 2004, donde se plantea que hay un peligro latente en ese país dada la tolerancia de su sociedad hacia la diversidad. Por tanto, lo que podría pensarse como excesos de un presidente con una personalidad vociferante y avasalladora no son sino un estilo personal que da forma a lo que en realidad es un debate ideológico muy profundo que finalmente encontró un líder. Es por esto por lo que se hace tan difícil dialogar entre países, porque mientras los estadunidenses hablan del daño profundo que perciben en lo que denominan la migración como acto criminal, nosotros, mexicanos, resignificamos ese proceso como un acto de sacrificio, valor y hasta heroicidad. Mientras ellos hablan de “deportar al mayor número de su historia”, en México se hace un recuento de los beneficios que la mano de obra trabajadora de los mexicanos representa para la economía y productividad del país vecino. Es un diálogo de sordos, unos no escuchan a los otros y los otros responden sin escuchar. De esta manera en un discurso en que las claves de comprensión se contradicen del todo, es indispensable que se encuentren puentes que peritan un mínimo dialogo.

No podremos convencer a las bases trumpistas de la valía de la migración como fuerza motora de su economía en tanto que el discurso de asociar a los migrantes con criminales prevalezca. La clave entonces no está en querer convencer a una masa enceguecida por un discurso que ya los convenció de que sus problemas se resolverán cuando los saquen a todos, mientras al mismo tiempo su líder, Trump, amenaza al resto del mundo y busca retomar un liderazgo completamente cambiante por un nuevo orden geopolítico del que no hay regreso. Avanzan otras economías y no hay duda de que el escenario es otro para la otrora hegemonía estadunidense respecto a un mundo multipolar de distintas economías, principalmente la China.

Frente a este escenario, más allá de solo ver al otro, los que tenemos que cambiar somos nosotros. ¿qué hacer? Dado que estamos frente a un gobierno de halcones como se les denomina a los políticos estadunidenses que todo gobierno de ese país incluye en sus filas, caracterizados por estar volcados a la guerra y a la amenaza intervencionista y con pretensiones abiertamente expansionistas, desde México urge acelerar el paso para desarrollar la economía soberana y que la migración que durante décadas ha sido una válvula de escape a la precariedad económica y la búsqueda de movilidad social negada en nuestro país, encuentre un nuevo escenario donde la estructura de explotación laboral que ha prevalecido cambie del todo. Si bien los salarios mínimos en México han aumentado de

manera importante el último sexenio, siguen siendo bajos respeto a la productividad y la ganancia que generan, además, el trabajo informal es muy extendido y las condiciones de empleo en todos los niveles aún hoy rayan en el abuso y la incertidumbre. Ni siquiera se ha podido avanzar en reducir la jornada laboral a 40 horas semanales que es una conquista del movimiento obrero del siglo pasado y sigue siendo una promesa inalcanzable aún. La migración mexicana ha sido históricamente económica, lo que implica que la mayoría de las personas contaban con un empleo antes de emigrar, sin embargo, ha sido la baja expectativa salarial y de movilidad social personal y para sus familias lo que ha mantenido un circuito migratorio que impuso el neoliberalismo que siguen tan campante bajo el esquema de recibir los beneficios secundarios que la migración genera vía remesas.

El regreso de miles de deportados pondrá tensión a nuestra sociedad como pocos procesos, pero es tal vez la oportunidad para preguntarnos porqué esa masa de hombres y mujeres altamente productivos en el país del capitalismo más salvaje, han sido aprovechados por un mercado que hoy los desprecia y que aquí pueden ayudar mucho a la economía local si las condiciones lo fomentan. Un tema que no puede omitirse es el asedio de los buitres que en México rondan ya a los migrantes con abusos, extorsiones, cobros de piso y amenazas latentes. La seguridad, por tanto, es uno de los puntos centrales para modificar la correlación de fuerza a favor de México y una manera de empezar a dialogar con los estadunidenses. No esta fácil, pero tal vez era la pieza que le faltaba al tablero del cambio que México anhela tanto.

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Docente e investigadora del Instituto Mora

Presidenta del patronato de Sin Fronteras I.A.P

@letichelius

@migrantologos

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