Después de la aceptación de 20 países, un 4 de noviembre de 1946, se firmó en París la Convención que dio nacimiento a la UNESCO. Los trabajos preparatorios se habían desarrollado desde el año anterior en Londres.
Lo que poco se sabe es que una mexicana estuvo allí. Se trata de la guanajuatense Elena Torres Cuéllar. Ella misma lo narra: “Sucedió que de la América Latina solo fuimos llamadas tres personas y una de ellas fui yo. Los gobiernos de Brasil y de Guatemala pagaron los pasajes de las personas elegidas por los organizadores… yo no recibí ni un centavo del gobierno y soporté muchas inconsecuencias de la Secretaría de Educación.”
La historia se puede conocer porque Elena escribió, en 1964, un libro llamado Fragmentos (Nexo internacional, París 1946). Desde las primeras líneas, explica la razón de su silencio de los últimos años y, en parte, fue porque estuvo vetada por Jaime Torres Bodet, entonces Secretario de Educación. A pesar de que él había ofrecido a Julián Huxley darle toda clase de facilidades a la persona que eligieran para que se sumara a los trabajos de creación de la UNESCO, cuando se enteró que la seleccionada era Elena Torres, puso todos los obstáculos posibles. Dijo que estaba vieja y que no conocía los museos de Europa. “Necedades —dice Elena— porque no podía conocer los museos si nunca había estado en Europa. Lo de la edad no me importaba ya que, de ser muy joven, no habría sido llamada.”
Elena narra así la invitación: “Recibí un cable procedente de Londres… nunca pensé que recibiría un llamado de esa naturaleza.” “Firmé el libro del mensajero. Leí y releí una y muchas veces el contenido del mensaje. No tenía cerca a nadie con quien comentar aquel acontecimiento inesperado…” Después, cuenta que buscó a su amiga Esperanza Estavillo, que lloraron juntas y que, en un coche de alquiler, se fueron a poner un cable donde notificaba la aceptación del honroso cargo.
¿Qué méritos tenía Elena? Ella fue la fundadora del servicio de comedores escolares y se dedicó a impulsar programas de enseñanza dirigidos a mujeres rurales; puso en marcha las misiones culturales que fueron programas de capacitación de profesores de las áreas rurales para enseñar el español a los pueblos indígenas y fortalecer el proyecto vasconcelista. De esa época es más visible la labor de Gabriela Mistral, que había coincidido con Elena en la Conferencia de Baltimore de 1922 donde ambas habían expuesto sus ideas sobre la educación rural.
Elena, en 1925, realizó una estancia en Estados Unidos para especializarse en educación rural en el Colegio de Maestros de la Universidad de Columbia. También asistió al Congreso Interamericano de Mujeres en Washington D.C. A su regreso, ingresó como docente en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad Nacional. En 1929 apoyó la candidatura de Vasconcelos con quien no terminó bien. “Vasconcelos hacía cosas feas no tanto por maldad, sino por murria de muchacho consentido que nunca acabó de madurar.”
En julio de 1936, Elena fue invitada a Venezuela para participar en un proyecto de educación rural. En la II Conferencia Interamericana de Educación de 1937, presentó una ponencia sobre el problema de la educación rural en los países de América. Su trabajo fue replicado en Estados Unidos y Filipinas.
Méritos sobraban. Por ello, contra viento y marea, Elena estuvo presente en el número 46 de Belgrave Square.