Se cumplieron dos años desde que fui electa como experta independiente del Comité para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer CEDAW y uno desde que se pudo volver a reuniones presenciales en Ginebra.

Los países que suscribieron la CEDAW asisten periódicamente a rendir el informe sobre cada uno de los rubros de la Convención. En este último año, me tocó conocer como relatora, la situación de varios países de nuestra región: Ecuador, Perú, Bolivia y Honduras y fui parte del grupo de trabajo que revisó los avances de otros países de América Latina y el Caribe, Europa, Asia y África.

Se ha realizado el análisis de la situación de países recién nacidos como Sudán del Sur, de otros que parecieran tener todo resuelto como Dinamarca o Finlandia y de países de los que tenía escaso conocimiento como Kirguistán o las islas Maldivas. En todos los casos, ha habido aprendizajes y, afortunadamente, posibilidad de incidir en cambios a favor de las mujeres.

A la actual integración del Comité no nos había tocado el informe de un país en guerra, esta semana fue el turno de Ucrania y, a pesar de lo grave de la situación en su territorio, la delegación se presentó puntual al compromiso internacional.

Todos los países han tenido que mostrar las afectaciones que en materia de derechos provocó la pandemia. En mayor o menor medida en todos hubo retrocesos: más violencia hacia las mujeres, impacto diferenciado en la educación de las niñas del medio rural en relación con las del medio urbano, interrupción de los servicios básicos de salud, pérdidas de empleo, etcétera. En el caso de Ucrania, a los impactos del Covid se seguirán sumando las trágicas consecuencias de la guerra. Respecto de la salud, que fue el rubro sobre el que me tocó hacer preguntas, dieron cuenta del número de hospitales bombardeados y de la infraestructura de salud destruida; del rompimiento de la cadena de distribución de medicamentos; de las dificultades para atender a mujeres embarazadas y recién nacidos; de la violencia sexual como arma de guerra contra niñas, adolescentes y mujeres; de los esfuerzos para distribuir anticonceptivos en las actuales condiciones, en especial la píldora del día después; del trabajo para que no se interrumpa la vacunación de los niños, la atención de enfermedades crónicas de mujeres adultas mayores, los retrovirales a personas con VIH; del trabajo que están realizando psicólogos en las escuelas para atender la salud mental de las y los niños; de la necesidad de atender a las personas que ahora tienen alguna discapacidad, de las prótesis que hay que adquirir, etcétera.

El Estado ucraniano hace esfuerzos para seguir garantizando derechos aún con el conflicto encima. Busca alternativas, soluciones transitorias, porque el mundo no se detiene aunque Ucrania tenga la vida interrumpida.

Mientras se desarrollaba el diálogo en el Palais des Nations y los integrantes de la delegación (algunos presentes y otros a distancia) daban respuesta a las preguntas de las y el experto, sonó una sirena en los teléfonos ucranianos: un sonido sobrecogedor, de alerta, de inminente riesgo. Con la piel erizada, el diálogo continuó y una hora más tarde se cerró con el deseo de que el siguiente se realice en paz. En esa deseable paz duradera que a menudo se ve interrumpida, en algún lugar del mundo, por las ambiciones territoriales y de poder.

Integrante del Comité CEDAW ONU @leticia_bonifaz

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