Llega otro 20 de noviembre y con él, el recuerdo del inicio de una gesta que inició buscando el sufragio efectivo y la no reelección. El lema se ha replicado en sellos, al calce de los oficios, se ha reiterado para no olvidar la razón de una lucha histórica. Madero triunfó en las elecciones extraordinarias de 1911. Ya bajo el esquema de la Constitución del 17, Carranza ganó la presidencia con el 97.18 % de los votos. 4 años después, Obregón obtuvo el 95.8; Calles, en el 24, el 84.15. La primera alerta se encendió cuando Obregón intentó reelegirse en 1928. Ganó la elección con el 100% de los votos. Su único contendiente, Arnulfo R. Gómez había sido asesinado meses antes y, el propio Obregón fue ultimado en La Bombilla quince días después de reelecto. Ortiz Rubio vuelve a alcanzar la cifra del 100% de los votos. Las elecciones de 1934 las gana Cárdenas con el 98.20%; Ávila Camacho con el 93.9 %.
Termina el gobierno de los generales y Miguel Alemán, primer candidato civil que compite bajo las siglas del PRI, obtiene el 77.9% de los votos. Ruiz Cortines llega a una cifra algunos puntos más baja: 74.32%. López Mateos la sube al 90.45%. Díaz Ordaz se queda con 88.81%; Echeverría con 84.32% y, de nuevo, al no tener contendientes, la cifra del 100% vuelve a llegar con López Portillo. Viene la reforma electoral del 77 y sin cambios inmediatos en el Ejecutivo, De la Madrid alcanza el 70.96%.
La hegemonía de un partido se puede ver reflejada en estas cifras. La mayor pluralidad comienza a darse, curiosamente, por la escisión del propio PRI con el nacimiento de la corriente democrática. Salinas de Gortari, con la sombra de “la caída del sistema” solo alcanza el 50.36% de los votos, contra el 31.12 de Cárdenas y el 17.07 de Clouthier. Después del asesinato de Colosio, Zedillo gana las elecciones con un porcentaje aún menor que el de Salinas: 48.6%. Vienen de nuevo cambios en las leyes electorales y en el 2000 se da la primera alternancia. Fox llega con el 42.5 contra el 36.1% de Labastida.
Las elecciones más competidas de la historia de México son las del 2006. Las cifras oficiales son: 35.89% para Calderón contra 35.31% de López Obrador.
La elección de 2012 es de tercios. Peña gana con un porcentaje de votación cercano al que obtuvo Labastida en el 2000, obtiene el 38.21% de los votos contra el 31.65 de López Obrador y el 25.39 de Josefina Vázquez Mota.
En el 2018, López Obrador consiguió una votación del 53.19%.
Todos estos datos sirven para que tengamos claro el concepto de “democracia incipiente” porque hemos tenido elecciones periódicas después del 17, pero, solo recientemente, éstas han sido competidas y con garantías de pluralidad y posible alternancia.
112 años después, el tema del sufragio efectivo es de nuevo “el tema” porque el INE, garante de la limpieza del proceso electoral y del piso parejo, está sentado en el banquillo. Los reflectores se están dirigiendo más hacia la cúpula, (los Consejeros), que al robusto servicio civil de carrera que ha sostenido a la institución las últimas décadas.
El sistema electoral mexicano es complejo y costoso porque es producto de la desconfianza. La pregunta de hoy es si el INE requiere cirugía mayor o menor y si esta debe realizarse antes o después del 24. En la decisión que se tome debe prevalecer la mesura. Este es un asunto muy serio como para decidirlo al calor de las marchas.
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