En el siglo XXI hay mujeres que siguen siendo quemadas vivas. ¿Cómo puede alguien atreverse a hacerlo? ¿Qué nivel de crueldad se debe llevar en las entrañas? El modus operandi de tirarles ácido con la intención de desfigurar su rostro, de lesionarlas, de matarlas, lleva años. Una sobreviviente de esta mecánica es María Elena Ríos, la saxofonista oaxaqueña que, en plena Guelaguetza, levantó la pancarta que decía “Oaxaca Feminicida”. La fuerza pública fue tras ella. ¿Cómo se atreve a romper la tregua pactada entra la fiesta y el horror diario? Elena lleva un largo y tortuoso camino de búsqueda de justicia. Movida por la rabia y la perseverancia ha logrado ir empujando cada paso de quienes debieron reaccionar y cumplir el mandato constitucional de ser expeditos. La Fiscalía ha sido más un obstáculo a vencer que una instancia que acompaña.
En Zapopan las amenazas a Luz Raquel decían: “Te voy a quemar viva”. La denuncia no fue suficiente para sentirse protegida, para que la Fiscalía tuviera su “pulso de vida”, para que estuvieran pendientes de ella, para que se evitara la tragedia. ¿Qué hubo? Inacción, ausencia, burocracia, falta de compromiso, desinterés, falta de empatía. El riesgo siguió latente y el feminicidio se consumó.
Siguiendo los pasos de la Fiscalía de Nuevo León con el caso de Debanhi y la cisterna, la de Jalisco se apresuró a revictimizar y a dar una versión que a nadie convence: Luz Raquel se inmoló. Compró el alcohol, se lo roció, compró un encendedor y se prendió fuego dejando toda la evidencia junto a ella. Así piensan resolver, en pocos días, el complejísimo caso y calmar a las desaforadas mujeres que en México y en otras latitudes, exigimos justicia. De nuevo nos quedamos con esa percepción de que las Fiscalías no están colocadas del lado de las víctimas. Vamos a ver en los días y meses subsecuentes qué giro va tomando el caso. Lo deseable es que no quede ni un solo cabo suelto.
¿Por qué la mujer que sonreía días antes con la playera de “Yo cuido”, habría querido hacerse daño? No tenía una vida fácil, pero tenía suficientes razones para vivir. La más importante: su hijo diagnosticado con autismo y dependiente de ella. Todas las personas que conozco que tienen un hijo, hija, con alguna discapacidad, sobre todo intelectual, viven con el temor de “qué va a pasar con él, ella, si yo falto”. Es un temor permanente, una idea que gravita de día y de noche. ¿Por qué el caso de Luz Raquel sería diferente?
Las tragedias no pararon ahí. Casi simultáneamente a lo sucedido en Jalisco, Margarita Ceceña fue rociada con gasolina y quemada viva en Cuautla, Morelos. Un conflicto familiar llevó al feminicidio. Leo que los agresores ya están identificados. La madre clama justicia y pide protección para ella y sus nietos.
El horror nuestro de cada día continúa. Frente a los reclamos sociales está el indolente pasmo institucional salpicado de indiferencia. Las Fiscalías han quedado en entredicho. Su autonomía, en el papel. Los fiscales hacen más esfuerzos por quitar responsabilidad política a sus jefes que por dar con los responsables de los feminicidios. No hay investigación profunda y menos investigación con perspectiva de género. Las mujeres que denuncian siguen siendo vulneradas. Hubo mucha inversión en capacitación cuando se instauró el nuevo sistema penal, pero todo indica que las viejas prácticas, con sus inercias, continúan ahí.
@leticia_bonifaz
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