El problema del acoso y abuso sexual hacia las mujeres en el espacio público no es nuevo. En distintos momentos se han tomado decisiones para su prevención y sanción. En la Ciudad de México, uno de los espacios más inseguros ha sido el transporte público. Por esa razón el metro de la Ciudad de México estableció vagones solo para mujeres desde iniciado el presente siglo. Fue más adelante cuando se consideró que estas conductas debían llevarse al código penal y no considerarlo una falta cívica. Desde entonces hubo voces que decían ¡no es para tanto!
Las medidas de separación de las mujeres en el metro, asignar espacios específicos en el metrobús, o autobuses y taxis rosa han buscado dar seguridad a las mujeres, pero no resuelven el tema de fondo. Ninguna mujer debería sentirse amenazada al usar cualquiera de los medios de transporte o al transitar en la vía pública, sin embargo, las medidas de protección hasta hoy utilizadas están lejos de desaparecer porque no ha cambiado el comportamiento de los agresores.
El poder de persuasión de la sanción penal no ha sido suficiente porque aún en las fiscalías se considera que el hecho, aún tipificado, ¡no es para tanto! Pocas víctimas se atreven a denunciar porque después de lo que es algo más que un mal momento, tienen que seguir con los compromisos de la vida diaria y no cuentan con el tiempo, que tendrían que dedicarle a la denuncia (casi todo un día). Quienes se animan a denunciar, encuentran un ambiente hostil en las fiscalías y a servidores públicos que, para disuadirlas les comentan, de entrada, que el trámite será largo y engorroso. En el fondo consideran que ¡no es para tanto! y que deberían dejar el espacio para situaciones más graves que atiende la fiscalía. Su dicho siempre está en entredicho. ¡Mentirosas! ¡Exageradas!
El apoyo psicológico no es menos hostil. Los protocolos no están bien diseñados e incluyen preguntas más relacionadas con la conducta de la víctima que con la del agresor. Las experiencias son revictimizantes y si se les preguntara a quienes denunciaron si volverían a hacerlo, la respuesta sería probablemente que no. Habría que hacer este ejercicio.
La apuesta de solución orientada sólo al sistema jurídico será siempre insuficiente si los propios operadores jurídicos tienen un chip de permisión y no de cero tolerancia. Se debe hacer una revisión de los casos que llegan a las fiscalías y una medición de los resultados de las denuncias.
En la populosa Ciudad de México se han hecho esfuerzos importantes en este tema, recuerdo en 2007 la campaña Cero Acoso que también iba dirigida a los agresores. Desafortunadamente, muchas campañas —que deben ser permanentes— pierden fuerza y necesitan ser relanzadas. Hoy tenemos muchos más medios a nuestro alcance.
Las medidas de protección a las mujeres deberían tener un carácter temporal porque la mejor apuesta sería que los agresores algún día cambien su comportamiento. ¿Suena a un sueño guajiro? Puede ser. No es fácil lograr cambios de conductas que están profundamente arraigadas. Los cuerpos de las mujeres no se pueden tocar sin su consentimiento. No son un objeto disponible susceptible de apropiación abusiva. El tema no debería dar lugar a bromas, memes y descalificaciones. Que se den es una muestra de que, en el fondo, no se encuentra reprobable la conducta. Se piensa que exageramos, que, en realidad, ¡no es para tanto! cuando, sin duda, sí lo es.
Catedrática de la UNAM @leticia_bonifaz

