El 26 de octubre pasado, el Comité CEDAW adoptó en Ginebra la Recomendación General No. 39 sobre los derechos de las mujeres y las niñas indígenas.

Se podría pensar que este instrumento internacional pudo haberse emitido antes, pero fue hasta ahora que estuvieron dadas las condiciones para que se adoptara. Fue necesario el avance de los derechos humanos a nivel teórico y práctico, pero también del feminismo en todas sus facetas. La iniciativa surgió de un grupo de indígenas guatemaltecas formadas en el activismo que encontraron eco en la peruana Gladys Acosta Vargas, quien ha presidido el Comité durante los últimos dos años. Se consideró indispensable poner los ojos en quienes, por su origen étnico y sexo sufren, al menos, una doble discriminación, aunque pueden sumarse otras dándose las llamadas intersecciones. Con ello nos referimos a que, en todos los casos se da la discriminación por tratarse de mujeres y por ser indígenas, pero además, en ocasiones, también por ser pobres, migrantes, monolingües, por tener alguna discapacidad, etcétera.

En general, a nivel internacional, los derechos de los pueblos y comunidades indígenas fueron abordados por un instrumento jurídico por primera vez en 1989, cuando se suscribió el Convenio 169 en el seno de la OIT. Sin embargo, en aquel momento, no se puso el foco en las mujeres indígenas. En ese tiempo, la perspectiva de género no estaba omnipresente como hoy.

Como antecedente, vale recodar que, en 1995, sí hubo en México, en las negociaciones con el EZLN que llevaron a la suscripción de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, una mesa para revisar por separado, los temas que afectaban de manera diferenciada a las mujeres indígenas. Curiosamente, la mesa se daba de manera paralela a la del reconocimiento de validez de los usos y costumbres y, obviamente era imposible llegar a conclusiones compatibles porque algunos de los usos y costumbres que se buscaba conservar, al ser expresiones del modelo patriarcal, atentaban contra los derechos básicos de las mujeres y las niñas indígenas.

Tuvieron que pasar muchos años para que contásemos con una herramienta robusta como la reciente Recomendación, que se vio nutrida con las aportaciones de mujeres indígenas de todo el mundo. El documento busca ser un instrumento de batalla permanente para identificar, combatir y erradicar la discriminación de la que por milenios este grupo poblacional ha sido objeto, fuera y dentro de sus propias comunidades.

En la Recomendación aparecen reforzados los derechos a la educación, salud, empleo, empoderamiento económico, medio ambiente sano, agua, tierra, participación política y acceso a la justicia, así como los distintos tipos de violencia. Con ella, se salda una añeja deuda. Toca ahora dar una amplia difusión de este instrumento para incidir en la vida cotidiana.

La Recomendación pretende ser una guía que lleve a la modificación de políticas públicas, de instrumentos jurídicos nacionales y locales e incluso que se emplee en juicios y después se vea reflejada en sentencias.

Es indispensable continuar con la inagotable tarea que implica remover y desmontar, uno a uno, los trozos de cultura patriarcal que se siguen manteniendo en pie. Desde cada rincón del mundo donde haya mujeres y niñas indígenas, esta nueva arma jurídica podrá ser esgrimida a su favor. ¡Enhorabuena!


Experta Comité CEDAW/ONU
@leticia_bonifaz

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