No vayas a votar este 1 de junio si crees que con una elección judicial desaparecerán las violencias que no se denuncian, los feminicidios que se archivan o un sistema que, más que impartir justicia, administra la impunidad. No vayas si crees que con esto se erradicará el machismo, el racismo, el clasismo, la corrupción o las prisiones preventivas que castigan sin sentencia.
La reforma judicial no va a corregir todos esos males. Pero tampoco te sientas obligada a no votar. Ir o no a votar es tu decisión. Y no le debes ninguna explicación absolutamente a nadie.
Seamos claras: votar o no votar no va a detener los feminicidios. No va a garantizar justicia para las que ya no están. No va a erradicar el machismo institucional ni a transformar de la noche a la mañana un sistema que archiva denuncias, ignora a las víctimas y protege a los agresores. Votar puede ser un acto político, sí. Pero no es mágico. Y mucho menos, suficiente.
En estos días, entrar a Internet es encontrarse con trincheras: personas enfrentadas por votar o no votar, esgrimiendo argumentos sobre la democracia, las obligaciones cívicas y hasta amenazas veladas o abiertas de consecuencias legales. Incluso funcionarios públicos han insinuado responsabilidades penales si no acudimos a las urnas.
Pero el punto no es solo si votas o no. El punto es por qué decides hacerlo. Y cómo, desde ese lugar de decisión personal, puedes ejercer un voto que te haga sentido a ti. No vengo a darte un acordeón para esta elección judicial, pero sí algunos consejos que me estoy dando a mí misma:
Uno. Estoy revisando la información del INE.
He buscado lo que los institutos electorales locales han logrado compilar sobre las candidaturas judiciales. En más de una ocasión, me he topado con la ausencia total de datos. Y eso, en sí mismo, ya es una señal de alerta.
Dos. Estoy explorando las plataformas digitales de las candidaturas.
No solo para ver qué proponen, sino también para entender cómo conciben el cargo. Si una persona quiere ser jueza o magistrada, ¿sabe siquiera qué implica ese rol?
Tres. Estoy recurriendo a otras fuentes.
Organizaciones de sociedad civil, colectivas, activistas y periodismo de investigación han sido clave. Perfiles como @defendores.mx, @salideunasecta o iniciativas como #CuidemosLaJusticia han dado pistas sobre qué hace cada cargo, y también sobre si alguna persona candidata tiene vínculos con redes de poder, corrupción, estructuras criminales o antecedentes de violencia.
Cuatro. Estoy priorizando.
En mi caso, solo en el ámbito local debo revisar 87 candidaturas. Sé que no me va a dar la vida para investigarlas a todas, así que estoy enfocándome en aquellas que impactan directamente en áreas clave para mí: penal, familiar, mercantil y amparo.
Y todo esto no lo hago porque crea en la reforma. No estoy a favor. Me parece una propuesta nacida del berrinche institucional, construida desde la manipulación y el deseo de control, más que desde un compromiso real con el acceso a la justicia. De feminista e interseccional no tiene nada.
Pero no puedo cambiar que esta reforma exista, ni las opciones limitadas que nos dieron. Lo que sí puedo hacer es decidir cómo voy a ejercer mi voto y desde qué convicciones.
No permitas que también te quiten eso: tu derecho a decidir de forma crítica y autónoma.
Si vas a votar, que sea por decisión propia. No porque una influencer o activista vinculada a un partido te “lo sugirió”. Si no vas, que también lo sea. Pero que no sea por miedo, culpa o manipulación.
El Estado nos ha quitado tantas cosas, y nos debe otras tantas. Pero lo mínimo que nos debemos a nosotras mismas es tener claro por qué hacemos lo que hacemos.
Y lo más difícil no termina con la votación. Lo más difícil es el seguimiento, el desgaste, la exigencia a quienes sí se quedan con los cargos. Eso apenas comienza. Y ahí sí, hay que estar acuerpando.