Una semana con anuncios relevantes en el plano de la política exterior. Una semana también en la que se consolidan algunos de los rasgos de la nueva administración. El presidente reitera que no le gusta viajar fuera del país, cosa que lo retrata de cuerpo entero, y ha decidido no formular personalmente anuncios de política exterior a pesar de tener (paradójicamente) temas relevantes qué anunciar. Su estilo.
El primer contraste fue su discurso ante embajadores y cónsules. Un discurso circular con los autoelogios característicos de sus comparecencias y la inevitable evocación a los principios . Acertado su reconocimiento a Bernardo Sepúlveda, el presidente habló más de la fortaleza de su gobierno y su autoridad política que de las complejidades del mundo. Fue lacónico en sus palabras sobre la materia del acto y en el reflejo mediático solo quedó aquello de que nos empiezan a ver como un hermano mayor en América Latina, cosa que se ha dicho demasiadas veces para ser interesante. Bukele no es toda América Latina.
Si nos atuviésemos a su discurso hubiese sido una semana plana y sin fuelle, dominada por el lugar común porque el presidente decidió no darle mayor relieve a su texto. Su estilo. No es cosa menor tampoco que quienes lo representan en el exterior no tengan un momento de intimidad con su jefe, quien parece tener todo el tiempo para atender preguntas eternas de reporteros (que no lo son) y no de hablar con sus embajadores. No es lo central pero les pudo haber tributado el tiempo de una mañanera para compartir con ellos de manera directa su sensibilidad. Muchos han sido nombrados por él, pero hay otros que hacen notables (incluso ridículas acrobacias) para mostrarse como paladines de la 4T. Se entiende que los embajadores busquen consonancia con el gobierno, pero en algunos casos se ve muy forzado su ardor transformador en cuarta potencia. Para todos ellos también es importante poder tener un contacto directo con el presidente que por segunda ocasión no se dio.
Pero lo más llamativo es que su gobierno tenía cosas importantes que anunciar y él prefirió no mencionarlas en su discurso. La primera fue la decisión política de reafirmar y relanzar el compromiso de México con las OMP y reiterar nuestra candidatura al Consejo de Seguridad. La silente presencia del jefe del Estado en San Miguel de los Jagüeyes, en el centro de formación de militares que formarán parte de los cascos azules, fue un mensaje inequívoco de que aprueba y apoya la proyección que Juan Ramón de la Fuente ha conseguido darle al país en la ONU. De igual forma la presidencia pro tempore de CELAC (en este caso sí decidió ofrecer a los invitados a Palacio una cena) y la forma en que resolvieron el que el mecanismo tenga actividad, aunque al mismo tiempo no se ocupe de los temas más relevantes, es ingeniosa y permite salir del marasmo en el que nos hemos metido por nuestra indefinición en Venezuela y nuestra confusa política respecto a Bolivia. Interesante porque si algo ha quedado claro es que la prioridad de este gobierno es América del Norte y no América Latina, pero se compensa creativamente esta hiperconcentración de la agenda exterior y de la atención del canciller en la relación con Washington con este tipo de foros que sin duda tienen temas interesantes para buscar convergencia. Habrá que ver cómo manejamos las cosas con Brasil aunque parece difícil dado el sesgo ideológico de Bolsonaro.
Darle a la innovación un perfil tan relevante en la proyección exterior mexicana es otro acierto que espero se llene de contenido con una política interna de fomento a la investigación consonante con nuestras muy encomiables aspiraciones externas. También resulta destacable el perfil feminista que se le imprime a nuestra política exterior; no sé bien hasta dónde llegará esta aspiración pero no puedo más que coincidir con la idea que la alienta.
En otros tiempos el presidente hubiese anunciado todos estos asuntos en su discurso de clausura o de apertura, pero en este caso AMLO volvió a delegar, como ha delegado la presencia exterior del país en Marcelo Ebrard, estos importantes anuncios de política. Ha dejado, pues, de ser sorprendente que un presidente que dedica horas a hablar de lo humano y lo divino, que discute detalles nimios en sus mañaneras, prefiera no hablar de algunas muy buenas cosas que está haciendo su gobierno en el ámbito externo. Su estilo.
Analista político. @leonardocurzio