Con mi solidaridad para las víctimas de las inundaciones y las del Puente de la Concordia, a quienes el Estado no pudo preservar su vida
Cuesta creer que un gobierno encabezado por una presidenta con doctorado y tantos secretarios con reconocimiento académico internacional, no cuestionen (y corrijan) el grave deterioro que ha tenido la administración pública para la atención de temas estrictamente técnicos. El más evidente es la protección civil. Los desastres naturales no son neoliberales, ni populistas, ni de izquierda, ni de derecha. No podemos evitar terremotos, erupciones o huracanes, pero sí tener un aparato de protección y respuesta rápida para reducir el impacto en la población. En nuestras ciudades circulan vehículos con sustancias peligrosas que han cobrado la vida de mucha gente. En toda ciudad moderna el gas se transporta por ductos para reducir los riesgos. Todo esto supone que hay un Estado que regula y protege a sus gobernados.
En los últimos años el incipiente tejido institucional se ha deteriorado por tres venenos que López Obrador dejó correr en las venas de este país. El primero es la desprofesionalización. La administración pública no es solamente un asunto de buena voluntad y/o de enjundia política. La presidenta ha demostrado iniciativa y reflejos para atender la crisis, pero además de las loas y los múltiples comentarios de contraste con su predecesor, la protección civil es un asunto de profesionales. Cuerpos del Estado que a lo largo de los años han acumulado destrezas para responder a las emergencias. Imagino, por ejemplo, por hablar en positivo, que los ingenieros de la CFE (que no son comisarios políticos de Morena), después de un desastre es frecuente que en pocas horas pongan a funcionar la infraestructura y no andan viendo si se restablece primero el servicio a los que votan por la 4T y se castiga a los renegados. Lo mismo puede decirse del despliegue de las fuerzas armadas, que años van y años vienen y siempre están allí. Son técnicos que hacen su trabajo y sirven a la comunidad. Rara vez se toman fotos autoproclamándose salvadores. Idealmente, todo el aparato de protección civil debería reclutarse con los mismos criterios y su parámetro de desempeño debería ser puramente técnico. Pero han instalado a sus amigotes y se desvirtúa su función.
El segundo veneno es la politización. El gobierno destruyó un poderoso instrumento (el Fonden) y después cooptó a su jefe, de quien decían que era un corrupto, para convertirlo en su candidato en Querétaro. Con la politización de todos los temas, Morena se ha convertido en el partido de los logreros, un camino para hacer negocios y acumular poder, mucho más que un partido que gestiona la administración y la modernización.
Y el tercero son los recortes presupuestales incapacitantes que hemos visto en diferentes cuerpos. Ahora hablamos de las lluvias, pero cuando viene la época cálida y con ella los incendios forestales, nos enteramos que las agencias encargadas de atender ese problema operan bajo mínimos presupuestales. Claro, en muchos casos, los problemas crecen por esas carencias.
No tenemos una sociedad civil fuerte para frenar esta deriva que precariza la acción del gobierno; tampoco hemos tenido una generación de gobernantes lo suficientemente ilustrada como para distinguir entre la competencia política y las funciones técnicas que un Estado debe cumplir. El gobierno, en este contexto, cuida sus intereses y no a los ciudadanos, que sólo le interesan como votantes y clientes y no como sujetos de derecho. Este es un gobierno que quiere rendirse cuentas a sí mismo y ser generoso en su autoevaluación, por eso le irritan las miradas críticas.
Analista. @leonardocurzio