Resulta perturbador que una izquierda que vivió el acoso gubernamental y el escarnio de los jerarcas de turno se comporte, como lo hace este gobierno, con quienes han protestado. Ahora quieren inhabilitar a exconsejeros del INE porque se atrevieron a dudar del máximo poder que exigía una celebración en forma de ratificación de mandato sin aportar los fondos para llevarla a cabo. ¿Cómo se atreven a desafiar al sumo pontífice de la transformación nacional?
Ahora me entero que quieren hacer una concentración los primeros días de diciembre para ¡celebrar los siete años de su estancia en el gobierno! Actúan como si el país estuviese en una espiral de crecimiento o el mundo viese asombrado el prodigio de nuestras ciudades y caminos, la magnificencia de nuestros aeropuertos y no el tono aldeano y pintoresco que se le quiere imprimir a todo.
Hay tres posibles argumentos para entender este comportamiento que se muestra impermeable al disenso y la falsa euforia. El primero es que la coalición que hoy manda sigue teniendo una confusión de personalidad. La presidenta, como jefa del movimiento, sigue creyendo que son un grupo que es al mismo tiempo el gobierno y el receptor único del sentir popular. Todo lo que el pueblo sienta lo detecta el pararrayos gubernamental y por tanto, todo aquello que no vaya por esa línea es una conjura, un despropósito, una manipulación. Si todo está tan bien (hasta la refinería) ¿por qué alguien tendría que mostrar en la plaza su descontento?
El segundo es que están perdiendo el sentido de la realidad. Tantos años de ejercer el poder en solitario los ha llevado a olvidarse de la sensibilidad popular alterna; no la encuadrada en el partido del gobierno. Tampoco es tan difícil de entenderlo, llevan buena parte de su vida instalados en los despachos gubernamentales, en el control del presupuesto, de los coches oficiales, en resumen, de la élite. Los últimos 25 años de su vida (casi la mitad) la presidenta ha pasado más tiempo mandando que como opositora. Ha sido secretaria de un gobierno capitalino, jefa delegacional, jefa de gobierno y ahora presidenta. Dicen que la experiencia de mandar deforma hasta a los más inteligentes. A diferencia de muchos de sus compañeros que vivieron la represión y la cárcel, la presidenta ha tenido una vida menos riesgosa y su época de militancia universitaria no concluyó con la cárcel, sino con una muy fructífera salida a una universidad extranjera. Ha tenido una vida exitosa, a diferencia de esos jóvenes que no tienen, ni de lejos, una perspectiva similar.
El tercero es que en vez de gestionar la fuerza política que hoy tiene y que le permite incluso hacer auténticos disparates, como se refleja en una economía estancada desde el año 2023, sin que esto implique un grave costo político y ella atribuya todo al efecto Trump, se está apropiando de un papel que supongo les han enseñado sus socios ideológicos y mentores españoles. Hacerse las victimas amenazando con que ahí viene la extrema derecha, es un reflejo de los socios de Pedro Sánchez. La continuidad del gobierno del PSOE tiene como clave de bóveda la amenaza de que Vox se acerca de la mano del PP. En España la economía sí crece y la posibilidad de un gobierno de derechas está a la vuelta de la esquina. En México, no ocurre nada de eso. Suponer que el gobierno de Claudia puede ser derribado es absurdo. Amenazar con el fantasma de la extrema derecha, pueril. Lo único que la amenaza son sus malísimos resultados económicos, la arrogancia y la percepción de impunidad que sigue al alza.
Analista. @leonardocurzio

