Para el campo oficialista, el camino hacia el 24 es largo, pero relativamente plano. Para la oposición, es sinuoso y con muchas bifurcaciones. Para Morena (si se bajan todos de sus cargos), su problema más serio será que sus aspirantes hagan algo parecido a política en los meses que competirán. El presidente les ha pedido que “jueguen bonito”, que no se confronten y no debatan. Hay que cuidar a “ya saben quien”. No habrá ni autocrítica ni mucho menos un debate programático. Tendrán solo margen para calificar uno de “histórico” y a la otra de “estelar” el gobierno de AMLO. Será, sin embargo, un buen momento para ver qué apoyos tienen desde el punto de vista político, mediático, intelectual y simbólico.
A Ebrard lo conocemos mejor porque gobernó en solitario la capital, pero (como han hecho su carrera a la sombra del Señor) no sabemos bien qué piensa Claudia Sheinbaum y en qué cree Adán Augusto López. ¿Cómo ven el mundo?, ¿cómo se relacionarían con el sector privado?, ¿tienen una agenda de innovación o van a seguir con la demencial que ha impulsado este gobierno?, ¿qué piensan hacer con los organismos autónomos?
Otro problema es encontrar un encuestador confiable y preciso que dé legitimidad al proceso. Después de los entusiasmos delfinianos, la pregunta es: ¿no han estado sobrevalorando tanto la popularidad del presidente como la penetración de Claudia Sheinbaum? Tal como están las cosas no es descartable que en los meses en los que Claudia no pueda usar la plataforma capitalina, Marcelo pueda recortar alguna distancia y que los legisladores crezcan en reconocimiento, generando un escenario de atomización que complique la legitimación de la (pre) destapada. Finalmente, está la variable Marcelo. ¿Rompe o no? Si siente que la balanza se desequilibra, podría apostar por una candidatura del PT o la vía naranja.
El punto que me parece más difícil de mantener es una sola encuesta en agosto. Eso implicaría que el presidente tuviera a un destapado ya en el mes patrio. No me imagino un presidente en funciones y otro in pectore durante tantos meses. No creo que lo pongan a glosar “la mañanera”, como en un programa de la televisión pública y convertirlo, así, en comparsa. Tendrán que encontrar un espacio para que, sin eclipsar al sol de las mañanas, pueda ganar espacios y no ser percibido como una marioneta. Mi corazonada es que AMLO preferiría alargar el destape hasta finales del año. Ya veremos.
Para la oposición, el panorama es confuso. Mientras las burocracias hacen las cuentas del gran capitán para justificar la derrota, sociológicamente queda claro que el presidente no tiene una mayoría que le garantice su anhelado bloque constitucional. Ya comprobó que arañar las mayorías requiere de mucho trabajo, violar las vedas electorales, la participación de sus socios y algunas omisiones de la oposición. No es un Brasil-Honduras el que tiene que jugar. Es un Brasil-Argentina. Hay tiro.
La sociedad civil, a través de sus liderazgos, podría empezar a construir una alianza desde abajo que planteara alguna candidatura viable. Xóchitl Gálvez (que tendrá sus diez minutos de “mañanera” hoy) podría ser la paladina que enfrente a Claudia. Si así fuera, toda la palabrería confrontadora del clasismo y el racismo podría neutralizarse. Tiene una buena historia que contar y no carga en la piel ni con el privilegio ni con el victimismo determinista, que tanto vende en nuestro país. Es sabido, sin embargo, que en política no hay escenarios construidos, sino en construcción. Tiempo interesante de reconfiguración y realineamiento de la clase política.