La política exterior de AMLO no fue brillante, estuvo cargada de prejuicios y torpezas, pero en las dos grandes encrucijadas que se le abrieron, tomó la decisión correcta.

La primera es que en la confrontación Estados Unidos China optó por mantener una prudente distancia con el gran dragón y poner toda la carne en el asador americano. La segunda fue la participación en el Consejo de Seguridad. Se mantuvo en el consenso occidental y (a pesar de sus ambigüedades) nunca apoyó al invasor ruso. Las dos fueron decisiones correctas porque se tomaron desde el prisma del interés nacional y no desde los desparpajos de la mañanera, como sí ocurrió con América Latina (donde ha habido desde injerencias hasta ruptura de relaciones) y con España que no se ha deteriorado más debido a la contención que han mostrado la diplomacia y las empresas de ese país.

La relación con Estados Unidos fue la prioridad. En el balance tiene muchos elementos favorables por los que pagó un precio alto y probablemente lo hará en su jubilación. En su haber está el haber terminado de negociar y firmar el TMEC. Es su principal mérito externo, pues le ha dado al país certidumbre para la inversión y una orientación estratégica hacia el norte. Es destacable que la apuesta por el libre comercio la hiciera un gobierno que tenía una ideología contraria al mismo y una izquierda que había preconizado la diversificación de socios políticos y económicos. AMLO ignoró a los socios (estratégicos) europeos y sus propuestas latinoamericanas fueron carentes de viabilidad. El TMEC es tan importante para nuestro anclaje internacional que hoy es el principal dique para evitar la deriva autoritaria del régimen que se trans- luce con la reforma judicial y la extinción de autónomos.

En migración también pagó un precio alto por mantener el rumbo Norte. A decir de Trump se dobló, pero en justicia hizo una lectura adecuada desde el prisma del interés nacional y replegó todos sus postulados para militarizar la frontera sur y aceptar ser tercer país seguro. Buena parte de sus desplantes fueron pasados por alto (como haber sido comparsa de Trump) o discretamente ignorados por esa contribución a contener flujos migratorios. Su propuesta de destinar inversión millonaria para atender las causas nunca tuvo eco.

Y en seguridad, aunque a rastras, optó por la convergencia. El punto más alto fue la cooperación para contener el flujo de fentanilo. El presidente atendía personalmente a Sherwood Randall para dejar ver la importancia que le confería al tema. El más bajo fue su decisión de liberar a Ovidio Guzmán (El Culiacanazo). Termina el sexenio con una humillación.

El operativo de extracción del Mayo Zambada lo ha dejado descolocado. No hay todavía versión oficial de lo ocurrido y tampoco reacción. AMLO ha optado por la prudencia y no ha reaccionado airada y sonoramente como lo ha hecho con Ecuador (rompió relaciones) o con España (petición de disculpa como condicionante).

No tuvo visita de Estado y la relación con el Embajador termina en pausa, pero lo más delicado es que pende sobre su legado una amenaza similar a la que selló el gobierno de Calderón y su secretario Genaro García Luna.

Articulista

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.



Google News

TEMAS RELACIONADOS