Las declaraciones de los secretarios Lutnick y Rubio sobre la forma en que México ha reaccionado a los aranceles y desplegado acciones en materia de seguridad, permiten anticipar que a principios de abril México habrá llegado a la otra orilla. No será cosa menor haber librado esta borrasca, como no lo fue hace 6 años cuando AMLO logró liberarse de las presiones del primer Trump.

Lutnick ha valorado la pasividad mexicana ante la aplicación de aranceles y nos ha equiparado con los flemáticos británicos. No está mal. La inspiración kalimán o el consejo de Mazarino de aprender a disimular han sido útiles en este trance, pero no hay que olvidar que el principal logro del gobierno es haberse inhibido. No es cosa menor, pero tampoco es algo que cambie la estatura del país o nos ponga en una nueva condición. Reconocimos la asimetría y nos allanamos con temple y sin malas caras. Finalmente, habremos cruzado un proceloso océano para llegar exactamente a donde estábamos si las intemperancias de Trump no hubiesen cambiado el tablero.

México deberá, probablemente, aceptar, aunque sea incompatible con el TMEC, aranceles en determinados productos y por supuesto tendrá que acotar las importaciones chinas, cosa que nos restará competitividad, porque finalmente los insumos chinos son baratos y no sólo son útiles para el comercio, sino para la producción. Será necesario adaptarse a esa nueva realidad sin olvidar que comerciamos con los chinos más de 120 mil millones de dólares y buena parte es lo que viene de aquel país a México.

En materia de seguridad, el reconocimiento de Rubio es muy valioso y como comentábamos en entregas anteriores, es claro que el gobierno de México se ha tomado en serio lo que su predecesor no se tomó. Ahora, la destrucción de laboratorios y las cerca de 15 mil aprehensiones hablan de una nueva disposición a que la región sea más segura. México avanza también en subir el terrorismo a la Constitución y a partir de ahí empezar a dotarse política, jurídica y narrativamente de mayores capacidades para enfrentar los organismos criminales. Volveremos al modelo de cooperación en seguridad con los vecinos del que nunca nos debimos salir, pero la heterodoxia de AMLO resultó costosa y hay que pagar a marchas forzadas el peaje.

Regresaremos, pues, a la orilla en la que estábamos y las preguntas fundamentales tendrán que replantearse. ¿Puede México mejorar su posición relativa, o mantendremos esa tasa de crecimiento que nos ha llevado en los últimos años a que la distancia entre México y los Estados Unidos no pare de crecer? Ellos son cada vez más ricos. Entre el 2003 y el 2023 el crecimiento del ingreso per cápita en los Estados Unidos fue del 104% y en México sólo del 78%. Ya eran más ricos al inicio del siglo y hoy lo son mucho más.

México no ha encontrado un curso de desarrollo para reducir brechas y ahora lo que se logrará es mantener el tablero como estaba. Es probable que Trump nos dispute menos las inversiones y le podamos sacar todavía algún gramaje al nearshoring, pero no hay manera de que la agenda de la productividad y la eficiencia la hagan por nosotros. Poner “hecho en México” vale para una mañanera, pero no cambia la trayectoria de una economía sin una revolución microeconómica y una renovación del ecosistema productivo.

Será tranquilizador regresar a la orilla de la certidumbre en el plano bilateral. Una vez allí, se repetirá que tenemos un país que proyectar o seguir en la misma inercia de los últimos 30 años.

Analista. @leonardocurzio

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