La buena política tiende puentes. Hay otra que se esmera en recrear atavismos, pero entre una y otra la cultura, la economía y la gente se las ingenian para construir senderos. Así ha ocurrido entre España y México. En épocas oscuras (como el franquismo) en las que no había relaciones diplomáticas, esas fuerzas consiguieron mantener vivo un vínculo que la intransigencia política no pudo borrar. En los tiempos que corren la ambigüedad de la postura mexicana en relación con el gobierno de Pedro Sánchez, no ha impedido que las relaciones entre los dos países florezcan. Es preciso señalar que pese a la “pausa” y la enorme descortesía de no haber invitado a Felipe VI, ha quedado un espacio para que los profesionales y la diplomacia pública desplieguen su talento y hagan crecer la relación bilateral.

Tres elementos recientes así lo acreditan. El viernes, en Gijón, Graciela Iturbide y el Museo de Antropología recibían el “Princesa de Asturias”. Un reconocimiento de primer orden que, además de los merecimientos de la ilustre fotógrafa y del famoso museo, hablan de una voluntad de entenderse.

Barcelona será la invitada a la FIL de Guadalajara y trae, como embajadores, a Eduardo Mendoza y a Joan Manuel Serrat, entre otros. El ingenio de Mendoza y los versos de Serrat nos resultan tan familiares como si fueran de Huejutla u Orizaba.

Además, el 22 de octubre se cerró un plazo establecido por la ley de memoria democrática que permitió a casi 100 mil personas solicitar la nacionalidad española. El número de neoespañoles ha crecido merced a la generosa política desplegada por Madrid, que ha decidido amparar hasta los réprobos.

En su discurso del 12 de octubre, el Embajador Duarte informaba que cerca de 30 mil estudiantes mexicanos estaban en programas de movilidad en España y el año pasado los servicios consulares emitieron más de 10 mil visas de estudio.

Madrid ya es una ciudad en donde los estudiantes y los acaudalados compatriotas forman parte del paisaje. Los meseros madrileños ya saben lo que es un “suero” y atienden con soltura a nuestras jóvenes de Saltillo o de Monterrey que van pidiendo “dirty matcha” en las cafeterías de la capital española.

Pero lo más impresionante es el turismo. México es el invitado especial de FITUR, la más importante de las ferias turísticas del mundo y más de 1 millón de mexicanos visitaron España en 2024. Nos hemos convertido en el segundo grupo turístico en la península.

Las inversiones mexicanas en España también crecen; muchos chilangos tienen ya patrimonio inmobiliario en Madrid y hablan de los restaurantes de Chamberí como si fuesen los de Polanco. Empresas mexicanas han comprado a sus contrapartes españolas en ámbitos tan variados como la construcción y la minería. Las empresas españolas se asientan con fuerza en México a pesar de los estigmas. El acumulado de inversiones supera el de muchos países europeos juntos. España es el segundo inversionista en México.

Hay muchas otras cosas que en el plano político podrían hacerse, como reforzar nuestra comunidad iberoamericana, pero este gobierno no parece interesado en ello. Sin embargo, la confirmación en el VI Foro México-UE, convocado por la Fundación Euroamérica, de que el acuerdo global con Europa será ratificado en la primavera del 2026 servirá como un relanzamiento de la asociación estratégica México-UE, en la que España juega un papel crucial.

En resumen, en el espacio en el que la política identitaria no está presente, se construyen muchas cosas. Eso es positivo porque cambia la vida de millones de personas. En eso consisten las relaciones internacionales benignas, no en guerras, aranceles, ni reproches.

Analista. @leonardocurzio

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios