Es verdad que uno tiene derecho a defender sus opiniones, aunque vayan en contra de toda la evidencia. Es verdad, también, que un dato estadístico puede esconder una realidad compleja. Pero también lo es que los datos son datos y por tanto merecen un tratamiento particular, igual que las pruebas fehacientes deben valorarse en un tribunal. Es interesante reflexionar sobre los datos contrastantes que nos ofrece la coyuntura actual. Tenemos una economía (casi) estancada que se combina con un entusiasmo político innegable y una valoración de la economía que permanece en terreno positivo por parte de la opinión pública.

Este país mantiene una mirada entusiasta sobre su economía, como lo refleja la última encuesta de Alejandro Moreno (28 mayo) en la que cerca de 7 de cada 10 encuestados (67%) consideran que la forma en que el gobierno gestiona la economía está bien. Es verdad que el indicador de desempeño de la economía pierde algunos puntos, pues en la anterior medición estaba en torno al 74%. Pero sigue siendo muy alto. La gente está preocupada por la inseguridad, que ubica sistemáticamente como la principal inquietud (57%) y solamente el 13% menciona a la economía como el principal problema del país. Es más, la corrupción pasa por delante de las inquietudes económicas, pues es percibida como el principal problema del país por el 21%. Por cierto (y como nota al margen), de abril a mayo la percepción de corrupción sube de 52% a 65% y el bajón registrado de marzo a abril de 60% a 52% queda sepultado.

Es importante constatar también que, aunque las élites no comparten el entusiasmo popular por la trayectoria de la economía, las declaraciones fundamentales son de coincidencia y aprobación de las políticas gubernamentales. Se escucha un entusiasmo por los lineamientos del Plan México y los empresarios se mueven presurosos a los llamados del gobierno para sustituir importaciones y topar precios. No hay una postura crítica de la conducción económica, aunque la inversión se cae.

Ante esta mirada tan favorable de las mayorías y las élites es interesante comparar el PIB per cápita que divide el producto entre el número de habitantes. El PIB por habitante en 2015 equivalía a 186 mil pesos y en 2025 son $189 mil (según el cálculo hecho por “El Economista”). En 10 años hemos aumentado $3 mil la riqueza nacional por habitante. No hay manera de decir que el modelo de desarrollo es exitoso. Ha tenido como única virtud (ahora tambaleante por los excesos del 2024) la estabilidad macroeconómica. De 2015 a 2018 tuvimos un ligero avance hasta llegar a los $193 mil. Desde 2018 se registra un descenso consistente del ingreso per cápita durante un cuatrienio para llegar en 2021 a $180 mil. Con la post pandemia se dio una recuperación, particularmente importante en el 2023, que nos lleva a los niveles actuales. Si el cálculo se hace en dólares tenemos mejores resultados porque el tipo de cambio se ha apreciado y si en 2015 teníamos 10,300 USD, en el 2025 tendríamos 13,100.

Se pueden tener las opiniones que uno quiera y puede por supuesto hacerse siempre la lectura más favorable y convertir en religión nacional el estancamiento económico, pero claramente se está condenando a las mayorías de este país a que sus hijos tengan una vida muy parecida a la que tuvieron ellos y que la economía mantenga el equilibrio cósmico que ahora tiene: Gobierno centralizador, élites bien pertrechadas y clases populares a sueldo.

Analista. @leonardocurzio

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