Es muy frecuente que en los temas de seguridad se responda con estridencia y contundencia emotiva a problemas complejos. Supongo que está en nuestra naturaleza; que ante temas que nos angustian nos guste oír soluciones tajantes y diáfanas. Como aquel pariente que en momentos de crisis asevera: “No se preocupen, yo haré todo lo que haga falta para resolver el tema”, pero después se percata de que las decisiones que se tomaron sobre la marcha no sólo son malas, sino contraproducentes.
Cuando los Estados Unidos emiten un memorando como el de la procuradora, hablando de borrar de la faz de la tierra a los cárteles, están optando por una reacción emotiva y tranquilizadora, pero en modo alguno racional, vertebrada y productiva. ¿Qué significa borrar de la faz de la tierra a los cárteles? ¿Que unos señores muy malos con bigotes, estereotipados, acompañados de señoras operadas, de pronto fuesen barridos por la fuerza de un escuadrón militar, o bien, aniquilados por el rayo disparado desde un dron? Eso es claramente útil para calmar a abuelas al borde de un ataque de nervios y señores impacientes por ver que su país languidece con el consumo de drogas. El problema, sin embargo, es mucho más complejo.
La formulada por Bondi es aterradora en su formulación, como simplona en su desarrollo y corolario. No hace falta abundar en la enorme responsabilidad que tiene la sociedad norteamericana en el fortalecimiento de los grupos criminales mexicanos. Y mientras no entonen la autocrítica pertinente y asuman la parte que les toca de reducción de la demanda, no avanzaremos demasiado, aunque emitan todos los comunicados amenazantes del mundo.
Supongo que es inevitable que ante la presión social las autoridades tiendan a dar respuestas simplonas que sólo convencen a peluqueros despistados y almas predispuestas a aplaudir lo que el gobierno propone. En este caso, a Trump le dará algunos puntos de popularidad entre muchos votantes que irán a jugar al golf pensando en que finalmente hay un presidente que pone en su lugar a esos “peligrosos mexicanos” mientras que —probablemente— sus hijos se estén drogando en la casa club y enriqueciendo a las mafias mexicanas.
No es que los norteamericanos sean particularmente obtusos, en todo caso, no son más que nosotros. Aquí en la capital leo que los genios del Congreso proponen endurecer las penas para el robo de autopartes, como si el asunto fuera un tema de pasar más años en la cárcel y no de abatir los mercados ilegales de refacciones y usar las cámaras de la ciudad para disuadir ese robo. Pero parece que aquí todo lo quieren resolver con más penas y prisiones preventivas, porque no tienen ideas claras de qué hacer cuando los delitos empiezan a convertirse en una presión social suplementaria.
Inquieta mucho, en el caso de la potencia, que no tengan una idea clara de lo que quieren porque en tres semanas deberán establecer si vamos bien o no y hasta ahora buena parte de sus planteamientos son amenazas genéricas y motivadas por un mensaje que busca tranquilizar a ciertos sectores, en vez de enfrentar con eficacia y profundidad la gravedad del problema.
Con las directivas, desplantes y declaraciones que incluyen a la élite política norteamericana, queda claro que el gobierno de Trump está tan perdido en la búsqueda de soluciones sustentables como lo estaba López Obrador con sus “abrazos y no balazos”. Lo que Trump propone son balazos y más balazos… y ni una cosa ni la otra han funcionado hoy. Las organizaciones criminales son más poderosas porque la sangre joven norteamericana les sigue dando vigor.
Analista. @leonardocurzio