A todos los observadores de la vida pública les gusta hablar sobre la autonomía que, en un año, ha ganado la presidenta. Es uno de los temas más gustados de los profesionales del análisis político y es muy taquillero también en las comidas de sociedad. Todo mundo tiene su interpretación y su balance de continuidades y rupturas. Veamos las continuidades primero.
La primera es que, en efecto, el hombre de Palenque ha cumplido su palabra. Lleva un año en la sombra, solamente salió para convalidar la Reforma Judicial que le escrituró a su sucesora. Se fue a su rancho, presumiblemente a macerar en viejos vinagres sus lugares comunes de la historia, pero se encargó de disponer la más profunda serie de reformas a la Constitución de los últimos años. El prócer medita sobre los agravios de los que fueron objeto los antepasados, pero deforma el futuro de los mexicanos con sus disparatadas reformas.
La segunda son las presencias en el partido y en el gabinete. Allí están, viendo pasar el tiempo, los arquitectos del desastre del sector salud. Todos ellos premiados por CSP con envidiables cargos. Los responsables de operar la política de los abrazos hoy coadyuvan entusiastas a revertirla sin remordimiento desde la Secretaría de Gobernación. Total, lo de ellos es la disciplina de gabinete. Igual que en el pasado defendieron el modelo de apertura migratoria y después fueron paladines del modelo de contención. Sólo Guillén (ejemplo de probidad y coherencia) les dijo: no puedo defender una cosa y luego la contraria.
La tercera es el caso Ayotzinapa. La mentada “investigación de Estado” no resolvió el problema y lo único que hizo fue patear el bote y seguir con la expectativa de algún día extraditar a Cerón.
La cuarta es un presupuesto que sigue pagando sus componendas en Pemex y sus interminables obras. Estamos en los linderos de perder la calificación porque los equilibrios son cada vez más difíciles de mantener. El huachicol fiscal y toda la cañería de corrupción que se empieza a ventilar son una herencia maldita.
AMLO, sin embargo, sigue siendo una figura tutelar para CSP. Su sombra, lejos de incomodarla, la entusiasma. Lo evoca, lo emula, lo imita con genuino afecto. Recibe también una serie de servicios espirituales de gran relevancia para ella. El principal es mantener un estilo que sigue conquistando el corazón de las mayorías. Pelearse con él es como criticar a Juan Gabriel, siempre se acaba espinado. El segundo es que mantiene unida la coalición y eso no podría hacerlo CSP. Casi la mitad del gabinete y buena parte de los legisladores y gobernadores ven a AMLO como su jefe político y la de CSP es una autoridad que combina su propia legitimidad con la delegada por AMLO. No puede gobernar en su contra.
La sombra no siempre es incómoda. Si la presidenta ha roto con el modelo de seguridad es por una inversión de las prioridades y una necesidad apremiante de entregar resultados. Si la presidenta ha exhibido la corrupción es por una indudable voluntad política, pero también por enfrentarse a un hecho consumado. Hizo de necesidad, virtud.
Un año en el que entre sol y sombra la presidenta ha cambiado la estrategia de seguridad y en el resto de las materias ha preferido permanecer a la sombra de ese tupido árbol que sigue siendo AMLO. No lo hace, en mi opinión, por abyección, sino por convicción y también por devoción. La sombra —diría Tanizaki— es un elemento muy poderoso para generar significado.
Analista. @leonardocurzio