El siglo XXI empezó bajo el signo del pesimismo. Los atentados del 2001 sacudieron a los Estados Unidos y por lo tanto al mundo. Estados Unidos ha sido en los últimos 125 años el arquitecto del sistema internacional (con el que paradójicamente nunca se ha sentido del todo cómodo). El 2025 es un año de definiciones. Muchos de los temas y tendencias que venían perfilándose en dos décadas, finalmente se consolidan con el triunfo de Donald Trump. El que un personaje como el neoyorquino sea el líder social más importante de la región nos habla mucho de esa sociedad. Además es el jefe, por voto popular ratificado, de la economía más importante del planeta. Eso lo dice todo. Los electores tuvieron el expediente abierto y elementos de comparación para decidir; y entre un delincuente y una fiscal, eligieron al primero. En otros tiempos este sería un personaje patibulario, mentiroso compulsivo, enemigo de la decencia pública no hubiese hecho carrera y se ubicaría en las antípodas de lo que un liderazgo idealizado de otras épocas hubiese sugerido.
Nos podrá no gustar, pero eso no quiere decir que no lo entendamos. El mundo vive una erosión de los sistemas democráticos en favor de regímenes controlados por liderazgos inconformes con las reglas y las instituciones democráticas. Por eso se vende también la retórica de transformar, renacer o recrear el mundo. Hay una enorme disposición adversa a todo lo construido y por tanto a todo principio civilizatorio clásico. Buena parte de su narrativa política está basada en elementos inspirados en dolores, prejuicios y resentimientos que se canalizan a través de los sentimientos más que de las razones o la construcción de consensos pluralistas. En Estados Unidos se ha consolidado una corriente “misológica” es decir, aquella que detesta el lenguaje y la razón. En ese mercado en que la revuelta contra las élites tradicionales se han llevado de corbata también las ideas, se suscriben por amplios sectores argumentos falaces y peligrososos como la amenaza de una guerra comercial o el más que previsible abandono del multilateralismo.
El lenguaje confrontador se maneja en las redes sociales que ahora controlan gobiernos y en el caso de los Estados Unidos el dueño de una de las más importantes (X) tiene ahora un cometido poco tranquilizador en la nueva administración. En los Estados Unidos de hoy el poder económico, político y mediático está revuelto en una ensalada poco sugerente y con un programa y un equipo que despierta dudas.
América condiciona buena parte de lo que otros países hacen por acción o por omisión. Veremos qué ocurre en Alemania con el ascenso de la extrema derecha. La mayor parte de los gobiernos tratarán, empezando por el nuestro, de cuidar su interés nacional tratando de que el impacto sea el menor, pero con pocas probabilidades de defender algo más allá de la propia supervivencia. La resiliencia será el máximo logro. Muchos de estos países reforzarán su control autoritario, pues para Trump el lenguaje clásico del idealismo norteamericano es una jerigonza incomprensible; es muy probable entonces que en vez de grandes acuerdos o soluciones amplias vayamos a negociaciones bilaterales como la que es sin duda el gobierno de México tendrá que enfrentar.
2025 es el año en el cual el retroceso de la democracia es manifiesto. Es el año en el cual las masas irritadas o decepcionadas no quieren oír hablar de institucionalidad, sino de una eficacia vigorosa, por lo menos en el lenguaje. Mayorías que se imponen desde el monopolio de la nacionalidad (la verdadera América) y someten en favor de una uniformidad política que sueña con una América grande nuevamente. “Ill fares the land”…
Analista. @leonardocurzio