Hoy, que es el día nacional, considero importante, además de celebrar, pensar un poco en nuestra capacidad de producirnos a nosotros mismos, pero también de autoengañarnos. Pocos países en el mundo tienen la oportunidad de verse en varios espejos, como en esta coyuntura lo puede hacer México. Hemos organizado en los últimos 55 años tres mundiales de futbol y es, por tanto, como ejercicio introspectivo, útil pensar si nuestra capital, nuestro futbol y nuestro país están mejor que en 1970.
No diré mucho del país, porque es el tema de discusión más amplio, pero sí es bastante visible en la Ciudad de México. Creo que vemos el futuro con menos optimismo que en los 70. En aquellos años, los mexicanos miraban con orgullo su flamante Metro, su Circuito Interior y la “ruta de la amistad”, herencia de la Olimpiada. Teníamos el Coloso de Santa Úrsula, que podía albergar a más espectadores sentados que el Maracaná. El recinto donde se jugaría el Mundial era digno de admiración. 55 años después, el Mundial será exactamente en el mismo estadio con una remozada, pero el mismo al final. No hay Metro nuevo, ni grandes vías que a los capitalinos entusiasme. A cambio de eso tenemos una capital colapsada y con una infraestructura cada vez más apretada. Hasta la presidenta ha pedido reordenar el Centro Histórico.
Es muy difícil que alguien acredite que la Ciudad de México del 2025 es mejor que la de 1970, a pesar de que hoy tenemos democracia y gobiernos electos en las alcaldías, Congreso y muchas otras cosas que en aquellos tiempos no existían. Más democrática, sin duda, pero sigue siendo una ciudad pobre, desigual y con problemas estructurales, como el acceso al agua y el transporte público. Medio siglo no ha bastado para que la Ciudad de México se coloque en el lugar que muchos capitalinos creemos que merece. Pero todos tenemos claro por qué no hemos logrado el gran salto. La política clientelar se ha apoderado de la capital y el mismo grupo político se reproduce con resultados casi idénticos. No hay que esperar mucho de quienes llevan tantos años gobernando y siguen considerando que el espacio público es un tablero para repartir clientes y el presupuesto público una cuenta para desarrollar liderazgos.
Lo más intrigante es, sin embargo, lo futbolístico. El futbol es una pasión en este país y en 55 años no hemos logrado grandes cosas. Alguna selección juvenil nos ha dado la alegría, pero la selección sigue siendo una de las más mediocres a nivel planetario. Otros países en 50 años, como Argentina y España, han logrado conquistar copas del mundo. Italia ha tenido la gloria y el infierno. Brasil, con altas y bajas, vive siempre en el Olimpo. México, en cambio, enfrenta el desafío mundialista con una selección que genera más dudas que entusiasmo. ¿Por qué no logramos cambiar? ¿Qué tenemos en la estructura organizativa que no podemos transformar cualitativamente? El aficionado mexicano, igual que el ciudadano, se conforma con poca cosa; nadie pide que sean campeones del mundo, pero no tener que justificar un 0-0 con Japón o un 2-2 con Corea y plantearlo como una gran proeza, es burlarse de la gente y apostar a su infinita credulidad.
55 años son muchos como para mirarnos en el espejo y decir que, como generación, ni en política, ni en futbol, salimos del subdesarrollo. En la selección siguen los ratones verdes y en política los logreros, hoy vestidos de guinda.
¡Ay!, México, México, México, para leer entre líneas, como decía Mojarro.
Analista. @leonardocurzio






