De las muchas piezas del rompecabezas que conforman el electorado hispano en Estados Unidos, pocas resultan tan interesantes como la comunidad venezolana. Después de años de zozobra, persecución y miseria bajo el régimen de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, cientos de miles de venezolanos se han asentado en Estados Unidos, sobre todo en el sur de Florida. En los últimos años, durante la presidencia de Joe Biden, alrededor de medio millón de venezolanos escaparon de su país e ingresaron a Estados Unidos; la gran mayoría fue acogida gracias a un programa de protección temporal que los ampara de la deportación y les otorga beneficios como la posibilidad de trabajar legalmente.

Para el primer trimestre de 2025, la comunidad venezolana en Estados Unidos alcanza, según algunos cálculos, el millón de personas.

La gran migración venezolana fue protagonista del proceso electoral de 2024. Donald Trump colocó a los venezolanos en el mismo lugar en el que había puesto a los mexicanos en 2016: criminales, protagonistas de una supuesta invasión. La presencia de la pandilla Tren de Aragua —un problema real, pero claramente minoritario en el conjunto general de la migración venezolana— le dio a Trump el pretexto perfecto para hostilizar a todos los venezolanos en Estados Unidos.

Al mismo tiempo, Trump y varios de sus asesores —hoy miembros de su gabinete, como el secretario de Estado Marco Rubio— aseguraron a la oposición venezolana que, de ganar la presidencia, abrirían un nuevo frente de confrontación, quizá definitivo, con el régimen de Maduro.

De alguna manera, esa combinación singular de amedrentamiento sistemático y promesas de intervención frente a un régimen autoritario dio como resultado un apoyo claramente mayoritario para Trump y los suyos en la elección del año pasado. Según algunos cálculos, casi siete de cada diez venezolanos en el sur de Florida votaron por Trump.

Lo hicieron, vale la pena subrayar, bajo dos entendidos: que el gobierno de Trump se concentraría en perseguir a otros inmigrantes y protegería a los venezolanos, y que desplegaría nuevas herramientas para comenzar una batalla final contra el chavismo.

Lo que ha ocurrido es una lección no solo para la comunidad venezolana, sino para el electorado en general en Estados Unidos y en otros lugares. Resulta que Trump ha hecho exactamente lo contrario de lo que prometió.

En sus primeros 100 días, eliminó todas las protecciones contra la deportación y el amparo migratorio para la comunidad venezolana, colocando a cientos de miles de personas en riesgo inmediato de expulsión. Lejos de protegerlos, los colocó en el centro exacto de la mirilla migratoria.

La famosa confrontación con Maduro que esperaba la oposición venezolana tampoco ha llegado, al menos no en los términos que muchos de sus líderes suponían. Aunque el gobierno ha tomado algunos pasos en política energética, la realidad es que la supuesta estrategia de confrontación suena más a negociación en varios frentes, incluido el migratorio, gran prioridad de Trump.

Para una comunidad que huyó de la persecución y apostó por un liderazgo firme contra la dictadura, esta realidad es una lección amarga: las promesas de campaña no siempre se traducen en acciones coherentes. Ojalá sirva de advertencia para futuras decisiones electorales.

@LeonKrauze

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