La guerra atroz de Rusia contra Ucrania ha servido para desenmascarar a Vladimir Putin. Antes de que diera la orden de atacar sin justificación a un país soberano, independiente y democrático, Putin había logrado disfrazarse de un actor impredecible, pero medianamente racional. A pesar de su historia de represión de la oposición política dentro de Rusia y su papel, documentado más allá de cualquier duda, como agente de disrupción aviesa en el exterior, aún contaba con defensores dispuestos a darle el beneficio de la duda. Lo hizo Trump , pero también lo hizo George W. Bush, que alguna vez dijo haber visto “el alma” de Putin, al que encontró “confiable y honesto”.
Después de la violencia salvaje contra ucranianos civiles, niños y mujeres en hospitales, escuelas y filas para comprar el pan de cada mañana, Putin ha quedado expuesto como lo que siempre ha sido: un tirano. La guerra en Ucrania ha establecido su lugar en la historia. Y eso no cambiará más.
El déspota ruso no es el único que ha quedado exhibido en su verdadera naturaleza. Desde hace años, varios hemos insistido en identificar a Russia Today no como un medio legítimo e imparcial de comunicación sino como lo que es en realidad: el órgano de propaganda del gobierno de Vladimir Putin . En el centro del argumento estaba la misión explícita de Russia Today y su universo de subsidiarias, una organización sin transparencia fiscal, vinculada directamente al poder presidencial en Rusia, que asume la información como un arma y cuya intención es promover y defender los intereses del Estado ruso, que lo financia y determina.
En su momento, estas críticas merecieron descalificaciones, agresivas, cínicas y absurdas. La guerra rusa en Ucrania y el papel aberrante de la maquinaria de propaganda rusa dentro y fuera de Rusia para tratar de justificar una guerra injustificable ha servido para, finalmente, desenmascarar a Russia Today y sus colaboradores.
Ya nadie puede llamarse a engaño.
Basta darle un repaso a las opiniones y mensajes de los empleados pasados y presentes del aparato propagandístico ruso en América Latina. Sobran ejemplos. Mi favorito es el de una periodista (es un decir) que acostumbraba a publicar videos con un tonito de autosuficiencia pedante contra los críticos de la propaganda rusa. De pronto, en los primeros días de la guerra, usó su espacio en Russia Today para —¡oh, enorme sorpresa!— justificar y avalar a Putin, dándole la razón de inmediato a los que por años señalamos lo evidente: los empleados de Russia Today eran y son, a la hora de la verdad, repetidores de Putin y sus intereses específicos. Otras voces asociadas a la maquinaria de Russia Today han sufrido de una muy conveniente amnesia selectiva, negándose a hablar de las consecuencias horrendas de la guerra rusa en Ucrania para, en cambio, tratar de responsabilizar a la OTAN o al gobierno ucraniano. Todo esto es narrativa que llega en línea directa desde el Kremlin.
La historia no hace más que comprobar, de nuevo, lo que sus críticos hemos tratado de explicar: no son rigurosos académicos desinteresados, ni periodistas objetivos: son propagandistas títeres de un gobierno autoritario que usa la información como un arma (en palabras de Margarita Simonyan, responsable de Russia Today).
Esperemos que la guerra, con toda su atrocidad, haya servido para imponerles el oprobio y descrédito que merecen. Suficiente daño han hecho.